Luis
Alfredo Muñoz Wilches
La firma del
segundo acuerdo parcial sobre la participación política, celebrado en La Habana,
representa un paso decisivo en el largo camino hacia la terminación del
conflicto y el logro del anhelado acuerdo de paz en Colombia. Nunca antes se
había avanzando tanto en las negociaciones con la insurgencia, expreso ayer el
presidente Santos en su intervención ante el Congreso de la SAC.
El acuerdo
llega un momento crucial para el proceso de paz. En medio del creciente
escepticismo de los colombianos sobre los resultados de la negociación, el
acuerdo parcial permite recuperar la confianza en las posibilidades de llegar a
un puerto seguro. Además, es una manifestación de la decisión de las FARC de
deponer las armas y reinsertarse en el juego democrático legal; razón por la
cual, el primer punto del acuerdo se refiere a la participación política del “nuevos movimiento que surja del transito de
las FARC a la actividad política legal”. Aún quedando pendientes temas
cruciales como las garantías para el ejercicio de la oposición política, la
participación de los jefes de las FARC sobre los cuales pesan condenas por
crímenes de lesa humanidad, y la definición del número de curules y la forma de
proveer las llamadas “Circunscripciones
Transitorias Especiales de Paz”. Decisiones que se postergan para ser
discutidas en el punto 3 de la Agenda de terminación del conflicto armado.
En segundo
lugar, el acuerdo le baja la presión al escenario político electoral,
fuertemente polarizado por la exacerbación de los detractores del proceso de
paz, al dejar sin argumentos las voces que reclamaban la suspensión y hasta la
terminación de los diálogos de paz. En este escenario ganan los sectores
democráticos que han mantenido su apoyo al proceso de paz, en la medida que
tendrán la oportunidad de poner sobre la mesa sus propuestas para la
consolidación de la paz y el postconflicto. Ojala no las desperdicien en
discusiones estériles sobre quién debe quedarse con el aviso.
También es
un ganador indiscutible es el presidente Santos que, a pesar de los cantos de
sirena de los opositores al proceso, ha mantenido el rumbo y asumió los costos
políticos de está decisión de lograr una paz negociada para los colombianos.
Indudablemente, el acuerdo representa un aire fresco para sus aspiraciones de
presentarse a la reelección presidencial. Seguramente, esto marcará un punto de
inflexión en la tendencia de las encuestas de opinión que comenzaran a marcar a
favor suyo.
Pero sin
lugar a dudas, el ganador indiscutible de este acuerdo parcial es el país que
recobra la esperanza en encontrar una salida definitiva al conflicto y el logro
de la anhelada paz. El acuerdo significa una mayor apertura democracia al
ampliar los derechos y garantías políticas y el marco de la participación
ciudadana, mediante la creación y el fortalecimiento de mecanismos democráticos
de participación ciudadana; tales como: la ampliación de la planeación
participativa y las veedurías ciudadana, la eliminación del umbral electoral como
condición para crear movimientos políticos, y la creación de nuevas instancias para
la reconciliación y la convivencia ciudadana.