lunes, 16 de noviembre de 2020

El Hombre de la papa: crónica de una quiebra anunciada

 “la idea de una crisis permanente es un contrasentido, ya que la crisis es, por naturaleza, excepcional y temporal, y constituye una oportunidad de superación para originar un mejor estado de cosas” 

Boaventura de Sousa, La cruel pedagogía del virus 

Muchos años después, ante las imágenes de cientos de campesinos apostados en los peajes con un trapo rojo suplicando a los viajeros que les compren su papita, recordaba el día que el Papa Juan Pablo II visitó Chiquinquirá. 

Estábamos en la placita campesina de la avenida Julio Flórez, frente a la plaza de mercado, donde permanecimos toda la noche armando el montón de fierros que soportaban la estructura de lo que habíamos bautizado como “El hombre de la papa”, como un modesto homenaje a nuestros agricultores con ocasión de la visita papal. En el pedestal de la desvencijada escultura había, como ahora, varios bultos de papa con la cual queríamos llamar la atención del Pontífice y, rezábamos para que la virgen de Chiquinquirá nos hiciera el milagrito de verlo deteniéndose y echándonos la bendición. Pero la caravana cruzó veloz levantando una densa estela a su paso, mezcla extraña de neblina y fervor religioso de los miles de feligreses que, a lado y lado de la vía, saludaban la llegada del Papa peregrino.

Ahora, en medio de la brutal caída de los precios, los campesinos salieron nuevamente a ofrecer su producto a la orilla de las carreteras de Boyacá y Cundinamarca, echando mano de lo que las autoridades gubernamentales denominaron el “papatón”. Una improvisada y denigrante forma de enfrentar el problema de la comercialización de los productos agrícolas en Colombia.

En esta ocasión, al igual que hace 6 años, el ministro de Agricultura hizo su aparición para anunciar un incentivo de 30 mil millones de pesos a la comercialización de la papa, en un intento por conjurar un inminente paro agrario motivado por la quiebra de miles de pequeños productores de la región cundiboyacense.

El incentivo consiste en el otorgamiento por única vez, de aproximadamente un millón de pesos por cada 10 toneladas de papa vendidas en los mercados. Una solución, a todas luces, antitécnica e ineficaz para enfrentar uno de los problemas estructurales del agro colombiano. El incentivo es antitécnico, porque su distribución -encomendada a la bolsa mercantil- se convierte en un engorroso mecanismo para verificar el cumplimiento de los requisitos. También, es ineficaz, porque solo es un paliativo de escasa cobertura que beneficiará a 20.000 productores y no resuelve el gran lío de la comercialización de alimentos en el país. 

En Colombia existe una estructura de intermediación del mercado de alimentos muy larga e ineficiente. Mientras los consumidores estamos pagando hasta 3.000 pesos por un kilo de papa en los supermercados, a los campesinos les paga menos de 500 pesos. Esto significa que la cadena de intermediarios se queda con más del 80% del precio final del producto, sin agregar valor, mientras que los productores reciben menos del 20%. 

Por estas razones, desde hace varios años diferentes organizaciones vienen promoviendo una agenda de transformaciones estratégicas del agro colombiano. En esta agenda se incluyen aspectos como la planificación y el ordenamiento de la producción agropecuaria, el desarrollo de una agricultura sostenible, una reforma institucional profunda, la transformación de los sistemas de comercialización y la modernización de los mercados. Una de esas transformaciones es dejar de otorgar subsidios directos a los productores -que duran tanto como un merengue en la puerta de una escuela- y enfocarse en la provisión de bienes y servicios de interés social adecuados a las necesidades del campo, tales como la investigación y extensión agrícola, la construcción de vías rurales, la dotación de centros de acopio con maquinaria y equipos adecuados para la transformación y/o conservación de los productos. 

En este sentido, entidades y organizaciones como la Unidad Nacional Agropecuaria -UNA-, la RAPE -Región Central, Agrosolidaria, Mercados Campesinos y la Corporación Propósito Boyacá, vienen trabajando en una propuesta de modernización de la cadena de abastecimiento, consistente en la estructuración de sistemas de información de precios y mercados, la dotación de infraestructura logística, y el desarrollo de plataformas digitales para vincular directamente a los productores con los consumidores. Estos aspectos deberían ser objeto de mayor atención por parte del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.

Por el contrario, el viceministro, Juan Camilo Restrepo Gómez, expresó su apoyo irrestricto del incentivo a la comercialización de la papa y lo definió como una política pertinente para atender las necesidades del sector que favorecería a más de 200 mil productores (¡Sic!), en una clara demostración de su inhabilidad para sumar, y del desconocimiento de la problemática de comercialización del campo colombiano. 

Al señor viceministro se le olvida que estas crisis son recurrentes en la historia del agro colombiano. En el país cada 5 o 6 años se repite la caída de los precios de la papa; tal como ocurrió en el período 2013-14, cuando estalló el paro nacional agrario. El gobierno de entonces quiso minimizar el alcance de la protesta campesina con la famosa expresión “ese tal paro no existe”; sin embargo, las vías fueron cerradas, interrumpiendo los canales de abastecimiento de la región central del país. Cabe recordar que de esta protesta "inexistente" nació la Unidad Nacional Agropecuaria quien está liderando una propuesta para conjugar la crisis. Su iniciativa es asertiva porque promueve el establecimiento del precio de sustentación de la papa, el desarrollo de campañas de estímulo al consumo, el otorgamiento de una ayuda a los estratos 1, 2 y 3, la planificación efectiva de la producción en cabeza de la Upra y el establecimiento de un sistema de pago por servicios ambientales a los cultivadores de la papa.

Solo cuando el gobierno nacional asuma seriamente la política de transformación integral del campo, será posible moverse de la posición “apaga incendios” actual hacia soluciones estructurales de la crisis rural … pero esto es pedirle peras al olmo.

¡Amanecerá y veremos!


Luis Alfredo Muñoz Wilches, noviembre 16 de 2020


Postdata 1: Me preguntó ¿qué hace Fedepapa por los productores además de aplaudir las medidas del Minagricultura?  

Postdata 2: ¿Será que quemar vivos a los detenidos en un CAI es una nueva forma de limpieza social para lavar la imagen de la institución policial de la que tanto trina el Ministro de Defensa?


lunes, 2 de noviembre de 2020

LA FIESTA DE DISFRACES

El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. 

Lord Acton, historiador británico (1887)

El señor presidente, ensimismado en la Sala del Consejo de Ministros de la Casa de Nariño -revisando los papeles que le había redactado su consejero comunicaciones- estaba preparando su CXLII alocución vespertina, cuando se vio perturbado por unas voces que provenían del patio de la Casa de Nariño. Hizo un alto en su engorrosa tarea y aguzó el oído -que dicho sea de paso viene perdiendo y no escucha nada ni a nadie- para entender las vocecillas del cántico infantil que gritaban “Trique trique Halloween, quiero dulces para mi”. Entonces mandó a llamar a su consejero y le dijo “Hassan Amín Abdul ve a traer los chocobreak que nos sobraron de la visita al Chocó y se los repartes a esos niños que andan gritando en el patio y no me dejan concentrar”.

- Señor presidente, no son niños sino los parlamentarios de la coalición que, votaron la jugadita de Macías para hundir la moción de censura al ministro Holmes, ¡y ahora quieren más! 

- ¡Ah, Carajo! Entonces dile a Carrasquilla que les incluya unas partiditas en el presupuesto del 2021 que está preparando para llevar al Congreso.

- ¡Presidente!, pero es que en la Comisión IV del Congreso ya se repartió todo y el presupuesto está desfinanciado!

- ¡Entonces, dile que mire a ver cómo esparce la mermelada en las tajadas de la cena de Nochebuena para que todos queden satisfechos!

- Presidente, eso va a estar muy difícil porque ahora están gritando que “quiero todo para mi” 

- ¡Vaya pues! ¡Entonces tocará organizar una fiesta de disfraces e invitarlos a todos a Palacio! Eso sí que se encargue a la “guarida presidencial” de no dejar entrar a todos esos mugrosos mamertos de la oposición ni tampoco a los viejitos porque nos arman un escándalo con eso del “rebrote del covid” 

- Señor presidente! No se dice “guarida” sino guardia 

- ¡Ah no, eso sí que no! No quiero ver por acá la tal “guardia indígena”. Acuérdese que esos indios pa’tinchaos me hicieron quedar como un cuero con las delegaciones diplomáticas. Mejor dile a María Juliana que se prepare una buena piñata, con el foami que le sobró del vestido color verde menta que llevó a la Casa Blanca. ¡Ella es una experta improvisando disfraces!

El señor presidente recordaba que, a él, disfrazarse siempre le gustó. Comenzó su meteórica carrera política, disfrazándose de liberal de la Alianza por el Cambio, para ingresar en la nómina burocrática como un asesor del entonces ministro de Hacienda Juan Manuel Santos, quien luego lo nombró representante de Colombia en el BID. Allí, se transformó en un anodino funcionario “naranja” hasta que su vida dio un giro inesperado. Su jefe Luis Alberto Moreno, lo sacó del anonimato para que asistiera al expresidente Álvaro Uribe en su fugaz y amargo paso por la Universidad de Georgetown. Con él, tuvo que tragarse sus palabras denunciando “Los pecados de Álvaro Uribe”, consignadas en sus columnas del periódico regional Tolima 7 Días. 

En esa época, simulaba estar cerca del pensamiento político de Maquiavelo, como lo dejó consignado en el apócrifo libro “Maquiavelo en Colombia” (Portafolio, 3 de diciembre de 2007), dedicado a exaltar el pensamiento político de quién desnudó la tiranía de los príncipes y sus desbordadas ambiciones de poder. Pero, al contrario de lo que señaló el “condottiere” florentino (1469-1527), el jóven Duque se dedicó a utilizar sus aventajadas habilidades de filibustero y sus incontenibles ambiciones de poder para posicionarse como un fiel escudero del expresidente Uribe. Fue así como se ganó su confianza. 

Haciendo gala de su camaleónico comportamiento, se apartó del gobierno del presidente Santos y se opuso al proceso de paz, logrando su elección como Senador de la República por el Centro Democrático, para el periodo 2014-2018 y, posteriormente, ser el candidato a la presidencia por la coalición de Centro Derecha para convertirse en el presidente de Colombia, bajo el lema “No permitiremos que Colombia se vuelva otra Venezuela”.

Sin embargo, en su campaña fue acusado de tener vínculos con Odebrecht, de quién recibía una generosa coima por sus diligentes esfuerzos en la causa del poderoso y corrupto empresario brasilero Duda Mendonça. Luego se confabuló con el clan Char -tal como lo denunció la exsenadora Aida Merlano- en una gran operación de compra de votos en la costa Atlántica para frenar el ascenso de su oponente Gustavo Petro, para lo cual contó con el apoyo de su amigo el narcotraficante Ñeñe Hernández Aponte, a quien invitó a palacio el día de su posesión para pagarles los favores en la financiación de su campaña a la presidencia. 

Duque es un fiel representante de las prácticas clientelistas de la clase política tradicional colombiana, para quienes la “doble vía” es una costumbre arraigada. Dichas prácticas les han permitido combinar todas las formas de lucha, incluida la vía paramilitar, para constreñir a sus electores y eliminar físicamente a sus contradictores políticos, confirmando que tienen un pie en la legalidad y otro en la ilegalidad. 

Por estas razones, los disfraces del presidente le van muy bien para tener una careta de legalidad, que exhibe ante la prensa nacional e internacional, y otra de tirano que usa cada vez más para violar la constitución y concentrar los poderes del Estado. Así lo hemos visto, disfrazarse de policía para respaldar los abusos de la fuerza pública contra los jóvenes que denunciaban las masacres policiales. La semana pasada, mientras la Minga Indígena le esperaba en la Plaza de Bolívar para denunciarle el exterminio del cual están siendo objeto, prefirió volar al Chocó con el disfraz de coronel del ejército.

Por eso, ahora, en su soledad de poder, sueña con disfrazarse de “Príncipe” para proclamarse dictador supremo y completar su obra de usurpación de todos los poderes del Estado.

Maquiavelo creía que los más graves e irreducibles conflictos sociales que aquejan a los Estados modernos, surgen de los apetitos y ambiciones desbordadas de poder de los grandis, porque creen que su seguridad no se garantiza si no concentran más poder. Entonces, vulneran el ordenamiento jurídico, profundizando la corrupción, hasta convertir al estado en una tiranía que termina socavando la libertad y la democracia.

Sin embargo, hay que recordarle al príncipe Duque las palabras de Don Miguel de Unamuno, al franquista, Millá-Astray, el día que se tomó la Universidad de Salamanca, con el grito “¡Muera la inteligencia!” “¡Viva la muerte!”: “Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha: razón y democracia”.


Luis Alfredo Muñoz Wilches, 1 de noviembre de 2020


La Ñapa:

Con el fallecimiento de Horacio Serpa Uribe termina una de las etapas más significativas de la lucha política colombiana. Un liberal de “racamandaca” que estuvo siempre en las primeras filas de la lucha por la paz, contra la corrupción y la dignidad de la política en Colombia. Causas por las cuales no bajo nunca el tono se su inconfundible voz ni doblo la cerviz, por lo cual tuvo que enfrentarse a la dirigencia de su partido, a la clase política y varios de los expresidentes, en una clara demostración de que los principios no se venden ni se truecan. ¡Mamola!