sábado, 11 de junio de 2022

El dilema de esta campaña: ¿el cambio para seguir peor?

“También esta noche, tierra, permaneciste firme 

Y ahora renaces de nuevo a mi alrededor. 

Y alientas otra vez en mi la aspiración de luchar 

sin descanso por la existencia humana”

Fausto, Goethe

Los resultados electorales de la primera vuelta dejaron a Gustavo Petro y a Rodolfo Hernández como los dos candidatos que se enfrentarán en la segunda vuelta como dos opciones distintas de cambio. Cabe entonces preguntarse cuál es el tipo de cambio representa cada uno de ellos? Y, si realmente están interpretando el anhelo de cambio de la mayoría de los colombianos que se expresó contundentemente en las urnas? O, por lo contrario, sus propuestas son meros simulacros que nos alejan de la posibilidad del verdadero cambio que necesitamos en el país? O, se trata del viejo truco de las oligarquías colombianas de “qué todo cambie para seguir igual”? 

Las respuestas a estos interrogantes pueden ayudarnos a dilucidar no solo las reales diferencias entre las dos opciones de cambio, sino también nos permite aclarar acerca  del tipo de cambio estamos necesitando en Colombia.

Estanislao Zuleta nos advirtió, en su discurso sobre “El Elogio a la dificultad”, que nuestra principal desgracia no está en que seamos incapaces de lograr lo que deseamos, sino en la forma misma cómo deseamos cambiar. Nuestro pecado original está en que anhelamos volver al mismo estado de cosas del cuál queremos salir!

Después de haber padecido el peor régimen de corrupción, violencia, pobreza, y desigualdad, en la historia reciente del país, las oligarquías que controlan el régimen establecido intentan acomodar el tablero electoral para perpetuarse en él. Tal como lo expresara Nestor Humberto Martínez, uno de los más notable representante de las elites dominantes, en su última columna del diario El Tiempo: “En las elecciones del domingo 19 de junio, los colombianos vamos a votar por el cambio” Y, a renglón seguido llamó a votar por el candidato de sus preferencias, Rodolfo Hernández, a quién calificó como “otro tipo de cambio”.

Se trata, ni más ni menos, del intento a “sotto voce” de las elites dominantes de proponer como “modelo de cambio”, la figura idílica de un conspicuo exalcalde de Bucaramanga que saltó a la palestra presidencial gracias a la cachetada y a los improperios que le propinó a un exconcejal de la capital de Santander, Jhon Claro, por haberse atrevido a increpar su interés indebido en el famoso contrato de manejo de las basuras en Bucaramanga (Vitalogic). Empresa de la cual su hijo y su esposa recibieron coimas. 

Rodolfo Hernández encarna la figura de un “patrón” intolerante, procaz, misógino, xenófobo y aporofóbico, que atropella a sus subalternos, golpea a sus contradictores, desprecia a las mujeres y a los pobres. No de otra manera se puede entender sus frecuentes alusiones a las mujeres como procreadoras, destinadas a las labores del hogar, porque los asuntos del poder son una cuestión de “machos”.

Igualmente, sus referencias a los “pobres hombresitos” que están condenados de por vida a pagar costosas hipotecas para adquirir vivienda propia, que son la “delicia” de los urbanizadores que, como él, se han enriquecido construyendo Viviendas de Interés Social (VIS) con la “chequera” de los dineros públicos.

Para comprender la trágica paradoja que nos plantea Zuleta es necesario volver a las preguntas iniciales, acerca de cuál es el modelo de cambio que está en ciernes de definirse el próximo domingo 19 de junio. 

De un lado, están todos los sectores tradicionales y clientelistas que han usufructuado los privilegios del poder para enriquecerse, acudiendo a un modelo extractivista, que degrada los recursos naturales, socava la biodiversidad, fomenta la minería -legal e ilegal- y el uso intensivo de los combustibles fósiles. Eludiendo el pago de los impuestos que le corresponden, y haciendo de Colombia el segundo país Latinoamericano y el sexto más desigual en el mundo.

Estos sectores están muy preocupados con el malestar social que comenzó a manifestarse con motivo del Acuerdo de Paz, y que se transformó en un estallido social durante la reciente crisis de la pandemia, que aumentó el hambre, la pobreza y el desempleo de millones de colombianos. Protesta que fue brutalmente reprimida por el gobierno del presidente Duque, con un costo de más de 100 jóvenes asesinados y miles de heridos, perseguidos y estigmatizados por las fuerzas armadas. 

Fenómenos éstos que amenazan la tranquilidad y estabilidad de las élites en el poder y la hegenomía del régimen dictatorial y corrupto instaurado por el expresidente Uribe, a comienzos de la primera década del siglo XXI.

Ahora, estos sectores ven en la opción de Rodolfo Hernández, la única posibilidad de frenar el cambio que representa Gustavo Petro, para conservar sus egoístas privilegios. La oferta del candidato de gobernar acudiendo al “estado de conmoción interior”, que le otorga poderes excepcionales para reducir el tamaño del Estado, desmontar las garantías laborales, restingir las libertades y las garantías individuales, e incluso -sí es el caso- acallar las voces de la oposición en el congreso, para eludir el necesario y democrático control político. 

Sin embargo, el uso de este expediente de los regímenes de excepción no es algo nuevo. El expresidente Álvaro Uribe cuando llegó por primera vez a la Casa de Nariño, en el año 2002, decretó la conmoción interior. Y bajo su mandato se incrementaron las violaciones a los derechos humanos, se disparó la violencia contra la población civil, los desplazamientos forzados y la persecución a los opositores del gobierno. Un régimen dictatorial que desató el fenómeno de las ejecuciones extrajudiciales, conocidas como los “falsos positivos” que dejaron un saldo de 6.402 jóvenes asesinados a manos de las FF.AA.

Sin ir más lejos, el gobierno actual del presidente Duque, aprovechó la crisis de la pandemia para declarar el Estado de Emergencia Sanitaria que le permitió hacer uso de los decretos de emergencia y hacerse al control de todas las ramas del poder público, para imponer una verdadera dictadura civil.

De tal manera, que el cambio que propone el candidato Hernández es un giro de 360 grados. Un “circulo vicioso” que nos devuelve al mismo estado de cosas que nos dejó el régimen uribista que gobernó durante los últimos 20 años el país. 

Para encubrir sus reales intenciones, los publicistas y opinadores que dirigen la campaña de Rodolfo Hernández, decidieron envasar este viejo truco en una narrativa aparentemente nueva y remozada. 

Angel Becassino, el publicista que está detrás de la imagen del candidato, en compañía del propagador de la denominada franja amarilla, William Ospina, violando todos los códigos éticos y morales del mercadeo político-electoral pretenden venderle a los colombianos un simulacro de cambio.

El primer código que violan es de la “propaganda engañosa” que consiste en presentar un producto con unas calidades que está muy lejos de poder cumplir. El adalid de la anticorrupción tiene un tremendo “rabo de paja”. Ha sido imputado por la fiscalía y llamado a juicio por un delito de corrupción de interés indebido en la contratación pública.

El segundo criterio ético que desconocen estos publicistas es la falsedad del “imperativo categorico” que, dice el candidato Hernández, lo obliga a actuar correctamente, bajo su lema de campaña: “NO MENTIR, NO ROBAR, NO TRAICIONAR”. 

Sin embargo, el candidato Rodolfo Hernández miente cuando afirma que no tiene ningún proceso en su contra y que solo se trata de unos “vergajos que le quieren hacer daño”. Lo cierto es que las evidencias del delito de corrupción que ha logrado acopiar la fiscalía son abundantes y concluyentes. Rodolfo Hernández no solo conocía perfectamente las andanzas de su hijo para favorecer a sus socios de Vitalogic, sino que él mismo, siendo Alcalde y estando impedido por la ley, intervino directamente en la escogencia del contratista que habría de encargarse de elaborar los pliegos de la licitación del contrato de las basuras de Bucaramanga.

Por la tipicidad de la conducta del acusado ex alcalde, se le imputan los cargos de contratación sin el cumplimiento de requisitos legales e interés indebido en la celebración de contratos. Delitos que le darían entre 6 y 20 años de cárcel en el juicio por corrupción que le inició el juez penal del circuito de Bucaramanga. 

En su reciente gira por el sur de los EEUU, el candidato se negó a responder sobre este tema cuando, en medio de la entrevista que sostenía en la cadena estadounidense Telemundo, los periodistas lo cuestionaron sobre el tema de Vitalogic, sus asesores interrumpieron el set para terminarla abruptamente. En esos momentos el candidato, visiblemente contrariado la emprendió contra el periodista diciéndole: “… usted no puede pretender hacer esa pregunta para desprestigiarme cuando yo lo que he hecho es servirle … yo no me robado un peso, nunca me lo robé” (Sic!). 

Este tipo de incidentes con la prensa, no solo nos recuerdan las “salida de los chiros” del expresidente Álvaro Uribe cuando lo cuestionaban por alguno de los innumerables hechos delictivos en que se vio envuelto durante sus 8 años de gobierno, sino que dejan en evidencia su absoluta intolerancia con la labor de la prensa. 

Además, la explicación manifiesta de Rodolfo Hernández de negar cualquier culpabilidad por el robo de los dineros públicos porque, según afirmó “tiene el alma limpia”, es una clara evidencia de lo que los estudios del psicoanálisis llama una personalidad profundamente perturbada que oculta sus malignos propósitos bajo la máscara de un hombre bueno. “Explicación no pedida culpa manifiesta”, como reza el refrán popular.

En tercer lugar, la decisión del candidato de la Liga de Gobernantes contra la Corrupción de rehuir el debate público y escudarse bajo el pretexto de una supuesta amenaza contra su vida, denota la ausencia de criterios morales que, según el sociólogo Max Weber, deberían ser el principal compromiso ético de un político profesional: la ética de la responsabilidad. No basta con proclamar la buena intención de no robar o tener el alma limpia para garantizar la transparencia y la pulcritud de sus acciones, sino que cualquier político debe responder primordialmente por sus acciones y las consecuencias que se deriven de ellas. De tal manera, que utilizar medios fraudulentos o contrarios a la ley para alcanzar sus finalidades, así sean estas muy loables, lo hacen responsable como determinador de los hechos de corrupción que se produjeron en el proceso de contratación del frustrado contrato con el operador de basuras Vitalogic y que hoy tiene al municipio de Bucaramanga al borde de perder la demanda interpuesta por el contratista por más de 500 mil millones de pesos.

De tal manera que la apuesta del candidato Rodolfo Hernánez, calificada por la gran prensa como el “otro tipo de cambio”, no es más que un círculo vicioso que nos conduciría a prolongar otros 4 años más el régimen uribista de la corrupción, el narcotráfico y el autoritarismo.

De otra parte, la propuesta del “Cambio por la Vida” que encabezan Gustavo Petro y Francia Márquez, ha sido calificada por la prensa internacional y por muchos académicos, intelectuales y líderes de opinión, en Colombia y el mundo, como un programa progresista y socialdemócrata. El candidato Gustavo Petro propone realizar profundas reformas económicas y sociales que, respetando el marco constitucional vigente, logren disminuir la pobreza y las desigualdades sociales, transforman el aparato productivo, cambien el modelo energético, protejan los recursos naturales y la diversidad de los ecosistemas, incrementen la capacidad de resiliencia y la lucha contra el cambio climático, favorezcan la igualdad de las mujeres y las poblaciones étnicas, consoliden los acuerdos de paz y el desarrollo de los territorios más olvidados, restablezcan las relaciones internacionales y la fortalezcan la soberanía y la intervención del Estado.

Sin embargo, para lograr que esta opción del Cambio por la vida se constituya en una posibilidad real de lograr para Colombia un círculo virtuoso, se requiere sortear grandes retos y desafíos:

El primer desafío es vencer el temor y la incertidumbre de estar frente a un salto al vacío. En una sociedad tradicionalmente conservadora y conformista como la colombiana, la incertidumbre de un cambio genera mucha resistencia, sobre todo entre los sectores que se consideran favorecidos con el estado de cosas actual y entre los grupos de ingresos medios y altos que han logrado cierta estabilidad en sus formas de vida urbana y rural. Lo que en sociología se denomina el statu quo. Es decir, son aquellos sectores que prefieren lo “malo conocido” a “lo bueno por descubrir”.

Electoralmente, estos sectores han estado vinculados a los partidos tradicionales y los sistemas clientelistas que les ha permitido obtener pequeñas dádivas, a cambio de su respaldo electoral. Son, generalmente, lo que Weber llamaría la burocracia profesional. 

Pero también se incluye en este sector a los trabajadores independientes y empresarios que se ven forzados a horadar en la contratación pública para consolidar y/o ampliar sus emprendimientos.

El segundo desafío lo representa la capacidad (o incapacidad) para adaptar y acercar más las narrativas del cambio a las diversas expectativas y dinámicas territoriales. Un esfuerzo en esta dirección, aúnque poco sistemático y desordenado, lo intentó desarrollar Gustavo Petro en sus discursos en las plazas públicas de las distintas regiones que recorrió en la primera vuelta.   

Finalmente, la falta de un proyecto de organización política más sólida permitió que la campaña fuera permeada por una multiplicidad de pequeños intereses y rencillas grupistas entre los diferentes colectivos que configuran el Pacto Histórico y sus aliados. A pesar, del exitoso experimento en la conformación de las listas cremallera, que permitió lograr una mayor equidad en la participación y representación política, no se vislumbra una unidad dentro de la diversidad. De tal manera que solo la voz del líder logra mantener la unidad de acción de la campaña.

Un lamentable mal ejemplo de esto se reveló de cuerpo entero en el escándalo de los llamados “petrovideos”, mediante los cuales la labor de zapa del amarillismo periodístico, puso en la picota pública las discusiones internas de la campaña del Pacto Histórico. Si bien es cierto que en esos videos no se denota delito alguno, ni tampoco la malévola intención de hacer daño a otras campañas, si se dejó ver las “orejas de burro” de los bajos instintos que predominaron en las reuniones de estrategia política de la campaña.

En política como en la vida pública de los dirigentes, se aplica la famosa frase del emperador Julio Cesar “No solo debe ser honrada, sino además parecerlo

Luis Alfredo Muñoz Wilches,

Junio de 2022

 

 

 

Adenda 1:

Tatyana Janer Orozco, la mujer que irrumpió abruptamente la entrevista que sostenía el candidato Hernández en la cadena estadounidense Telemundo, cuando fue cuestionado por el caso de corrupción en su alcaldia de Bucaramanga, es una avezada comunicadora que lo acompañaba su gira por la Florida y quien ha expresado públicamente su admiración y fanatismo por el expresidente Uribe. ¡Dios los cría y el diablo los junta!

Adenda 2

El candidato Hernández que ha eludido presentarse al debate electoral en Colombia, para no tener que dar explicaciones sobre el juicio penal que enfrenta en Bucaramanga, se fue tranquilamente a los estados unidos a buscar los votos uribistas en Miami, pero le fue cómo los “perros en misa” cuando los periodistas lo interrogaron por estos hechos de corrupción. ¡Cómo quién dice que salió de guatemala para guatepeor!

Adenda 3

Al parecer los “petrovideos” que reveló la revista Semana fueron obtenidos fraudulentamente, chuzando las conversaciones internas de la campaña del Pacto Histórico de su plataforma de zoom, para causar zozobra y desconcierto faltando apenas 8 días para la segunda vuelta. Pero, al igual que muchas de las campañas sucias que ha intentado desatar la revista contra Gustavo Petro, se le han devuelto como un bumerán.

Amanecerá y sabremos a quién le creen los colombianos el próximo 19 de junio.

miércoles, 1 de junio de 2022

Sumas y restas

                                                                                                          “En la vida como en la matemática hay que aprende 

                                                                                                                           que todo lo que suma, no suma de verdad 

y que hay restas que suman más de lo que esperamos”

Anónimo

Con los primeros resultados del preconteo del domingo quedó configurado un nuevo mapa electoral en Colombia, que se constituye en el partidor de la segunda vuelta en la disputa por la presidencia del país el próximo 19 de junio.

Tres hechos significativos marcan la nueva geografía electoral del país. El primero lo constituye el triunfo de Gustavo Petro en las regiones periféricas y en la mayoría de las ciudades capitales, donde los colombianos y colombianas votaron por el SI en el plebiscito de la paz del año 2016. Allí, la influencia de la izquierda se amplió y se intensificó, aumentando la ventaja sobre sus competidores, tanto de centro como de derecha. Confirmando así, que el anhelo de cambio y el rechazo al mal Gobierno y a las prácticas políticas corruptas de los partidos tradicionales, lo encarna la propuesta del Pacto Histórico.

El segundo fenómeno lo constituye el sorpresivo triunfó de Rodolfo Hernandez en las regiones del “NO”, donde triunfo a Duque en las elecciones del 2018. En estas regiones del centro y el oriente del país, las maquinarias del clientelismo tradicional han sido dominantes y, recientemente, muy vinculadas al proyecto uribista.

Sin embargo, lo más sorprendente ocurrió en las zonas rurales de Boyacá, Cundinamarca y los Santanderes, donde aumentó la participación electoral. Y, particularmente, en los municipios más apartados de la geografía andina, donde se observó un aumentó atípico en la votación por el candidato Hernandez, como es el caso de municipios del norte de Boyacá (Covarachía 78,5%), el oriente de Santander (Cerrito 84,2%, Carcasí 84,1%, Coromoro 88,6%, Encino 88,1%, Onzaga 86%, Macaravita 84,1%, Mogotes 85,7%, Gambita 80,7% y Tona 83,8%) y en el sur de Norte de Santander (Chitaga 79,8%, Silos 88,7%, y Mutiscua 84,3%, ), donde el candidato nunca ha hecho presencia. 

El tercer hecho significativo es el estruendoso fracaso de la candidatura oficialista de Federico Gutiérrez, ungido por el gobierno de Duque y la gavilla del uribismo y de toda la clase política tradicional, que solo logró imponerse en Antioquia, donde había sido Alcalde de su capital durante los años 2016-2019.

En el caso de las regiones periféricas y en las principales ciudades capitales, el ascenso de la candidatura de Gustavo Petro y Francia Márquez ha estado precedido por el aumento de los movimientos sociales, la mayor participación y diversificación de las organizaciones populares y un aumento de las acciones colectivas. Fenómenos que han cobrado mayor fuerza y dinamismo a partir de la firma de los Acuerdos de Paz y que contribuyen a la profundización de la democracia participativa y la diversificación de las ciudadanías.

Si bien es cierto, Petro logró posicionarse irremediablemente como el candidato de izquierda, en esta campaña ha transitado por la senda de una mayor moderación, hasta colocarse como una opción socialdemócrata que, sin abandonar las libertades individuales y la economía de mercado, busca transformar el modelo económico en un capitalismo social de mercado. El progresismo de Petro, respetando el ordenamiento institucional -representado en la Constitución Política de 1991- busca impulsar las reformas económicas y sociales que redistribuyan la riqueza, transformen el aparato productivo en una economía más resiliente y aumenten el tamaño del estado y el proteccionismo de la economía nacional.

El fenómeno de Rodolfo Hernandez está asociado con una mayor oscuridad ideológica y una falta de claridad y profundidad de sus propuestas, pero tanto su talante autoritario como su sintonía con la base social de sus votantes, que han sido el cimiento del “embrujo autoritario”, lo colocan como una opción populista de derecha. Poco respetuosa de las instituciones democráticas y de las libertades individuales. 

Por el contrario, la figura de Rodolfo encarna un patrón autoritario, misógino, xenófobo y aporofóbico, que golpea a sus contradictores, irrespeta a las mujeres y desprecia a los pobres, a los cuales se refiere como “pobres hombrecitos” que se dejan explotar por la necesidad y la miseria.

El hundimiento de la candidatura de Federico Gutiérrez representa la derrota de los partidos tradicionales y el distanciamiento de los electores de las maquinarias y los candidatos del establecimiento político colombiano. El resultado electoral de la primera vuelta ha sido un mensaje claro y contundente de rechazo a las élites que han gobernado al país desde la independencia hasta comienzos del presente siglo. Hoy el 72,7% de los electores se identifican con alternativas políticas anti-establecimiento.

Sin embargo, es aún prematuro decir que estamos asistiendo al entierro de las maquinarias políticas tradicionales y corruptas. El mapa electoral de hoy señala un panorama mucho más complejo y diverso, que tiene muchas zonas grises.

En primer lugar, si bien es cierto se profundizó el clivaje electoral del centro-periferia que se venía observando desde las votaciones del plebiscito por la paz (2016), es mucho más notoria la expansión de la influencia de la izquierda desde las regiones más apartadas hacia el centro del país. Y también el crecimiento de los votantes independientes y de izquierda en las ciudades capitales. 

Sin embargo, en los bordes de estas confluencias se expresa un inconformismo que ideológicamente no es de izquierda ni de centro, sino todo lo contrario. De hecho, Rodolfo Hernandez logró capturar el sentimiento anti-establecimiento y reemplazar el uribismo en la región andina y la orinoquía, con un discurso autoritario y demagógico más parecido al discurso de Nayib Bukele en el Salvador (con quien comparte el mismo asesor, Víctor López, un experto en el manejo de redes) o a Silvio Berlusconi. Quienes como empresarios-políticos llegaron al poder mediante campañas engañosas contra la corrupción, cuando al mismo tiempo llevan a cuestas un acervo de corrupción y actos dolosos, que paradójicamente los hace mucho más populares.

En segundo lugar, pese al predominio de votantes de izquierda en las dos costas y de la votación a favor de Rodolfo Hernandez en la región Andina, no se puede hablar de una categórica hegemonía política de estos candidatos en estas regiones. Tanto en la región Caribe como en la zona Andina y la Orinoquia, se observan zonas grises, donde la votación a favor de uno u otro candidato está muy disputada. En las zonas meridional (Montes de Maria) y septentrional (Sur de Bolívar y del César) del Caribe, las votaciones a favor del Pacto Histórico como de Rodolfo fueron muy reñidas. Lo mismo ocurrió en el Eje Cafetero, donde el triunfo de Petro en las capitales de los tres departamentos, estuvo muy contrastado con las amplias votaciones a favor del candidato de la derecha populista en las zonas rurales.

En tercer lugar, en Bogotá el clivaje electoral territorial también se observa entre las localidades de la periferia (Bosa, Ciudad Bolívar, Engativá, Kennedy, Fontibón, San Cristóbal, Rafael Uribe y Usme) donde se impuso por amplias mayorías la candidatura de Gustavo Petro, y las localidades de Chapinero y Usaquén, donde los votantes se inclinaron a favor de Federico Gutiérrez. Mientras que en las localidades de Kennedy y Suba existió una mayor disputa electoral entre los tres candidatos.

Finalmente, la pulverización de la centro-esperanza que, tal vez exceptuando los pequeños reductos de la zona cafetera y Bogotá, desapareció prácticamente en todas regiones del país, donde Sergio Fajardo había obtenido una copiosa votación en las elecciones del 2018. 

Para enfrentar este trizado mapa electoral colombiano, los candidatos a la presidencia deben lidiar con grandes retos y desafíos. 

En primer lugar, Gustavo Petro se enfrenta con el enorme desafío de aumentar la participación electoral en la región Caribe y en la capital de la República, y remontar la votación de las áreas rurales del Caribe, especialmente, en los Montes de María y el sur de Bolívar y del Cesar, donde el candidato Hernandez obtuvo una relativa mayoría en la primera vuelta. Igualmente, es necesario incrementar su votación en las localidades periféricas de Bogotá y remontar la votación que obtuvieron sus rivales en las localidades de Kennedy y Suba.

El segundo desafío lo representa aumentar la votación de la izquierda en la región cafetera, particularmente, en las ciudades intermedias de los departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda. De igual forma, debe enfrentar el reto de remontar la votación en las áreas rurales de los departamentos de Boyacá, Cundinamarca, Huila y, particularmente, en el Tolima. Lo cual implica un giro y una mayor focalización territorial de su estrategia electoral; especialmente en lo relacionado con sus políticas de seguridad ciudadana, protección del agro, reforma integral del sistema educativo y descarbonización de la economía.

En tercer lugar, el mayor desafío del candidato Rodolfo lo representa la consolidación de su votación en la región andina y conquistar el electorado que de le cedió Federico Gutiérrez en su declaración de reconocimiento de la derrota electoral. Es indudable que la joya de la corona la representa el electorado paisa que votó mayoritariamente por Federico pero que duda entre el temor a Petro y la incertidumbre que representa un posible gobierno populista de Rodolfo. Es allí donde mayor competitividad va existir entre los candidatos enfrentados en la segunda vuelta.

Finalmente, la región Andina donde se reside la mayor parte del electorado en Colombia, es donde se va a concentrar la principal disputa política. Allí se configuran tres espacios electorales muy característicos del nuevo mapa político: la región de los Santanderes donde se concentra el bastión electoral de Rodolfo; la capital de la República, las capitales de los departamentos y los centros urbanos industriales donde se concentra la votación de Gustavo Petro; y las zonas de Boyacá, Cundinamarca, Huila y Tolima, donde tienen mucho potencial para hacer las mayores sumas y restas para ganar en la segunda vuelta.


Luis Alfredo Muñoz Wilches

Junio de 2022

Adenda de Sumas y restas:

Suma 1

El 'imperativo categórico' que mejor saber conjugar el candidato Rodolfo Hernandez es "quitarle la chequera" a los políticos y funcionarios públicos para dejar que empresarios como él, se enriquezcan construyendo viviendas de interés social con los dineros del Estado, para que los "pobres hombrecitos" tengan que trabajar toda la vida para pagar la hipoteca de sus viviendas.

Resta 2:

El presidente Duque, en su última salida a Europa, decidió cerrar -con un broche de oro- su más rotundo fracaso electoral, y en una entrevista con la BBC en Londres expresó: “Si pudiera presentarme, estaría en la pelea y sería reelecto” ... Fuera de ladrón bufón

Suma 3

Los nuevos aliados verdes están multiplicando muy bien sus adhesiones al Pacto Histórico. No solo quieren moderar las políticas fiscales y el gasto social de un eventual gobierno, sino garantizar mayor espacio político e institucional para las administraciones de Bogotá, Boyacá, Cali, Cúcuta y Manizales.