martes, 10 de mayo de 2016

CENTRO - PERIFERIA

 “Quizá desde entonces, le nació esa resignación fatal, inmovilizadora, terrible,
ya que su alma había perdido la esencia misma de la vida”
(La Rebelión de las Ratas, F. Soto Aparicio)

El concepto “centro-periferia”, inventado por Prebisch (CEPAL, 1951) para referirse a las brechas de productividad e ingresos que separan a los países industrializados, de los llamados países pobres, productores de commodities, ha venido evolucionando durante los últimos 50 años hasta transformarse en la noción, que describe las brechas existentes hoy que entre los centros del poder geo-político y económico y las regiones apartadas y pobres del mundo.
El mundo ha cambiado dramáticamente desde esa época. Hoy vivimos en un mundo globalizado donde existen múltiples centros-periferias, que se caracterizan por una nueva relación de dependencia, basada fundamentalmente en la producción de conocimientos y tecnologías que han revolucionado las formas de vida y las relaciones entre las diferentes pueblos del mundo. De acuerdo con el Informe sobre el desarrollo económico mundial, conocido como “La Nueva Geografía económica” (BM, 2009), la generación del conocimiento, innovación y el desarrollo tecnológico en la actualidad se concentran en las grandes metrópolis, en las regiones avanzadas y las naciones más ricas. La mitad de la riqueza que se produce hoy en el mundo cabe en el 1,5% de la superficie del planeta. Al mismo tiempo, más de las 2/3 partes de los pobres del mundo viven en las aldeas y regiones aisladas. De tal manera que, las desigualdades sociales y las inequidades territoriales se han profundizado durante las últimas décadas, tanto a escala planetaria como en las geografías regionales y locales.
Estas realidades han generado nuevas tensiones y la explosión de nuevos conflictos. El resurgimiento de las autonomías territoriales en Europa y Asia. El reclamo de los derechos de las minorías étnicas. La búsqueda y afirmación de las identidades culturales, sexuales y religiosas. Los nuevos movimientos sociales que reivindican las causas ambientales, animalistas y las identidades locales. La exacerbación de los atavismos y las causas ancestrales, fenómenos que están ayudando a redefinir las identidades territoriales.
En Colombia, al acercarnos al fin del conflicto armado se abre un escenario donde los nuevos movimientos sociales nos llevará obligatoriamente a replantear las relaciones entre el centro y las periferias, entre el centralismo del poder y las autonomías regionales. Después de muchos lustros de hegemonía de las elites capitalinas que han asfixiado los intentos de profundización de la descentralización y de democratización, se abre la posibilidad de construir el postconflicto desde los territorios, como el camino para afianzar la paz territorial.      
En los diferentes rincones de la geografía colombiana se puede percibir el clamor de los nuevos movimientos sociales que traen un viento fresco de nuevas identidades territoriales. Una lectura más acuciosa de lo que sucede en el sur de Colombia, donde ya se habla de la “sureñalidad”, como una confluencia de intereses regionales entre las comunidades de Cauca, Huila, Nariño y Valle del Cauca, que ya no solo reclaman mayores inversiones del Gobierno Nacional, sino que buscan construir un destino común. Igual ha venido sucediendo en la región caribe, donde los diferentes actores locales y regionales han logrado construir una agenda común, conocida como el “Diamante del Caribe”, y buscan concretar la propuesta de una Región Administrativa y de planificación –RAP_.
En la región central, que cobija los departamentos de Cundinamarca, Boyacá, Meta, Tolima y la ciudad de Bogotá, viene abriéndose paso la creación de la Región Administrativa y de Planificación Especial del Centro del país –RAPE-. La inclusión de esta iniciativa en las agendas políticas de los actuales mandatarios departamentales y municipales, constituye no solo un reconocimiento de su destino común, sino también es un paso transcendental en la construcción de este instrumento de planificación para posicionarse como la primera región del país.  
La mas reciente recomposición del gabinete ministerial, el Presidente Santos la anunció como la evolución hacia una nueva “coalición por la paz”.  Con esta frase audaz, el presidente intento amainar la tormenta que se le vino encima en la Unidad Nacional. Los partidos que la conformaban, más interesados en conservar o aumentar sus cuotas burocráticas en el gobierno, que en alinearse con la nueva hoja de ruta de la firma de la paz, prefirieron romper la unidad y comenzar a posicionarse en el partidor de la carrera a las elecciones presidenciales del 2018.  
Pero, más allá de este impase, lo que trato Santos con este nuevo gabinete es reconocer e integrar en la nueva coalición, los liderazgos regionales. Este es un paso necesario pero no suficiente para recomponer la coalición de gobierno. Se requiere que el Presidente Santos sea más audaz, y ponga en marcha una estrategia para recuperar la gobernabilidad, que incluye poner en marcha la agenda legislativa para incorporar en el ordenamiento jurídico los acuerdos y las reformas pactadas en La Habana. Un camino más expedito lo abrió la Corte Constitucional al admitir la demanda del ex fiscal Montealegre, de convertirlos en Acuerdos Especiales de paz, que permiten elevarlos a rango constitucional, con el apoyo del Congreso. 
La nueva Agenda de paz, debe incluir una estrategia de copamiento militar e institucional de las regiones donde tienen presencia los grupos insurgentes, para garantizar un transito pacífico hacia el postconflicto.
En síntesis, la nueva Agenda de paz debe, fundamentalmente, avanzar en la dirección de constituir una nueva coalición política, fundada en la integración de las nuevas fuerzas sociales y políticas regionales, el afianzamiento de la paz territorial y la creciente autonomía territorial.
Solo así se logrará que cuando la voz de los fusiles se calle, tengan la palabra:
las estirpes condenadas a cien años de soledad que no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra! 

Luis Alfredo Muñoz Wilches,


Bogotá, mayo 9 de 2016