Fernando Puerto *
Con el Covid-19 y el miedo a la muerte en Colombia, al igual que en el mundo, se han acelerado los cambios en los estilos de vida, la formas del trabajo, la distribución y el consumo bienes y servicios Un cambio cultural profundo de secularización del sentido de la muerte. La economía se deteriora con efectos devastadores, especialmente para algunos sectores económicos, el empleo y las finanzas públicas. Lo cual forzara inevitablemente a redefinir el papel de estado, su relación con los ciudadanos y el papel de las grandes corporaciones, entre otros grandes cambios.
En Colombia el gobierno Nacional ha expedido más de mil decretos para hacer frente a los efectos de la pandemia, sin el consenso social y un adecuado control político. Sobre estas preocupaciones, me propongo hacer las siguientes reflexiones:
Todos los humanos estamos en riesgo de ser contagiados por Covid el-19, pero no con la misma probabilidad.
En Colombia, como en todos los países del mundo, la enfermedad tiene una incidencia en la población, diferenciada por el nivel de ingresos, los lugares de residencia y el tipo de ocupación. La mayor carga de esta enfermedad lo sufren los trabajadores llamados “esenciales”, como los denomina las normas expedidas. Y quienes son ellos? Son las personas que garantizan la producción, distribución y abastecimiento de los bienes y servicios fundamentales para la sostenibilidad de la vida. Ello son los más expuestos para que los grupos de ingresos más altos, con empleo permanente, permanezcan y desarrollen sus actividades en casa. Un ejemplo de ellos es un cajero de un supermercado, que realiza un promedio de trescientas transacciones diarias con igual número de riesgos al contagio, usa transporte público y vive en una pequeña vivienda con sus familiares; los cuales están igualmente expuestos al riesgo. Además, estos trabajadores “esenciales” cuentan con servicios de salud de muy baja calidad.
El COVID-19, por su naturaleza biológica, no diferencia a quien contamina, pero la exposición al riesgo es diferenciada y el confinamiento para estos grupos sociales se constituye en un mayor riesgo. Por supuesto las medidas de control sanitario tiene efectos económicos y sociopolíticos diferenciados: lo cual está configurando una estructura social más segmentada e inequitativa, que requiere nuevas políticas públicas para mitigar estos efectos, aún con un contexto de fuertes restricciones de recursos públicos.
Con el deterioro ambiental, las pandemia serán permanentes.
La eficiencia en el uso de los recursos públicos no hará la diferencia entre democracia y autoritarismo. Los países sostenibles serán aquellos que combinen una mayor concentración de capacidades técnico-científicas en la producción de las cadenas de valor basadas en el conocimiento, con sistemas políticos que generen mayor valor social, sostenibilidad ambiental y un uso más eficiente del agua. Algunos países cuentan con sistemas políticos ordenados por reglas democráticas y otros tienen sistemas políticos autoritarios; sin embargo, ambos cuentan con un sentido profundo del interés nacional y actúan con horizontes de largo plazo. Este tipo de países están demostrando mayor capacidad en el control de la pandemia y en las respuestas de mitigación a sus efectos económicos y sociales.
Por el contrario, la precariedad institucional de países como Colombia, se expresa en la mayor carga de responsabilidad de los ciudadanos en el control de la pandemia. Hasta al 10 de agosto se han realizado, aproximadamente, 2500 pruebas por cada 100 mil habitantes y tan solo 12 pruebas por cada caso identificado. Un número de pruebas muy bajo para poder desarrollar una estrategia de identificación temprana de casos y para controlar, de forma efectiva, el ritmo de expansión de la pandemia. A lo anterior se añade la limitada capacidad de respuesta para mitigar los efectos en la economía.
Antes de la pandemia, el mundo tenía convulsiones económicas con efectos en el orden político, al interior de cada país.
En el mundo actual, los ciclos económicos son cada vez más cortos y vienen acompañados de mayores turbulencias, expresadas en el creciente malestar social por el deterioro del bienestar y el progreso de los ciudadanos, que son el fundamento del proyecto liberal y sus principios democráticos. Como resultado de esa situación, el resurgimiento de los populismos de derecha e izquierda, está copando el mapa político global.
La pandemia, con el miedo real y la cercanía de la muerte, ha facilitado el camino a derivas autoritarias de los gobernantes nacionales y sub nacionales. El nacionalismo brota como un “virus ideológico” que alimenta el miedo y la incertidumbre de las clases medias, dando lugar al surgimiento de expresiones políticas más autoritarias.
En Colombia, ya en el mes de febrero la economía daba señales de tener fiebre. La tasa de desempleo en ese mes fue del 12.2% y vino acompañada de una baja en las calificadoras de riesgo de nuestra economía. En junio,está tasa llego a 19.8% y una disminución de 10 puntos en la tasa de participación en el mercado laboral. En el país, aún antes de la cuarentena, había mucho malestar social y los indicadores económicos mostraban un panorama desalentador. Sí bién es cierto que, la cuarentena adormeció la protesta social y mejoró la imagen del presidente, han sido los gobernantes locales los que han tenido que afrontarla.
La pandemia está conduciendo a muchos países a un modelo sociopolítico de “gran hermano”.
En el mundo, muchas de medidas que se han tomado para enfrentar la pandemia, contienen un recorte de las libertades individuales y una segmentación más profunda de la sociedad, como lo describen los relatos de Ray Bradbury. La eficacia de las autoridades en el control de la pandemia, en los países de oriente, ha sido soportada en las tecnologías de la web. Con el uso de móviles y cámaras de televisión se identifican las personas y su exposición al riesgo, según variables socio demográficas, tipos de ocupación, lugar de residencia, antecedentes médicos, preferencias y hábitos de vida, entre otras. El control de la expansión del Covid-19, para evitar el contagio y cuidar la salud de los ciudadanos, se ha convertido en una razón de estado para ejercer control de las libertades de los ciudadanos.
La iniciativa de algunos gobernantes locales de expedir “pasaportes sanitarios” es un primer paso a el camino de segmentar la población, entre quienes puede salir y hacer actividades productivas y quienes deben estar confinados, entre quienes están sanos y quienes están enfermos. Es el efecto políticamente perverso de este tipo de medidas. Como en las novelas distópicas, tendremos una población que disfrutará del aire limpio y espacios abiertos y otro grupo recluido en los submundos precarios de la miseria.
Entre países y al interior de ellos, las diferencias se agudizaran. La cuarta revolución industrial marcará un nuevo orden económico internacional que profundizará las brechas. En Colombia, las tradicionales diferencias entre la educación privada y la pública aumentaran, con el consiguiente efecto preverso en el desempeño futur de las personas. Las instituciones privadas de educación escolar cuentan con plataformas robustas, contenidos digitales y educadores formados en competencias pedagógicas digitales. Por el contrario, en las instituciones de educación pública la infraestructura digital es practicamente inexistente, la conectividad precaria y con fuertes limitaciones de dispositivos electrónicos por parte de los alumnos. Igualmente, las limitaciones de los docentes en pedagogías digitales es manifiesta. Pueden ustedes imaginarse, cuál será el efecto en brechas de calidad en la educación pública con todo el año 2020 en cuarentena?
“Sobrevivir se convertirá en algo absoluto” dice Byung-Chul Han.
Es todo lo contrario. El absoluto es que no llegue la muerte. Todos estamos expuesto al riesgo.
La naturaleza humana está atrapada en una paradoja profunda: las personas somos naturaleza o cultura?
Con el Covid-19 esta paradoja se transforma, el discurso cientificista se impone para conservar nuestra pertenecía a la naturaleza. Somos seres duales. Los principios de la naturaleza afloran en muchas de nuestras conductas. Frente a muchas situaciones el instinto animal orienta la conducta humana. Otros comportamientos animales son reprimidos socialmente y su resultado es la cultura. Freud lo denominó “represión a la pulsión” en la construcción del superyó o autonomía del yo. Estas contradicciones y su solución construyen la cultura y por supuesto un orden político en donde la razón prima y los valores de libertad serán restringidos a cambio de la seguridad de sobrevivir y pertenecer a un colectivo social. Es el precio por la vida.
El discurso de las ciencias sociales está centrada en negar la paradoja. Aunque vale la pena releer a Claude Lévi-Strauss en ese capítulo maravilloso de “Naturaleza y Cultura” en Las estructuras elementales del parentesco. O a Foucault en las Palabras y las Cosas. El hombre se debe y pertenece a la biología: sus comportamientos esenciales los explica mejor la etología que la psicología. La comunicación e información se ha constituido en lo esencial, la conectividad se ha constituido en la herramienta de un nuevo orden de relacionamiento, acceso al conocimiento y estructuración de un nuevo orden biopolítico. El intercambio otorga un lugar central al homus económicus en el nuevo orden. Esto dará libertad a la pulsión del depredador, donde el interés individual se impone sobre el interés general. Aún si hablamos hoy de las economías colaborativas en el uso de las herramientas de la informática, la paradoja seguirá siendo la mayor concentración del ingreso mundial en unas pocas corporaciones.
Los efectos de la pandemia construyen un nuevo orden en la representación de la muerte y va transformar las formas de religiosidad.
Habrá una desconstrucción del mundo religioso, en el cual la vida pertenece a una fuerza superior que dispone de ella y también de la dimensión sagrada de la muerte. Desaparecerá el ritual universal de transición del cuerpo a la vida eterna o al lugar donde habitan los Dioses. Con la pandemia, la muerte se explica con argumentos científicos. La secularización de la muerte hace camino por dos vías: los discursos médicos sobre el riesgo, los padecimientos, la muerte y la disposición aséptica del cuerpo como un objeto material que hay que eliminar con urgencia, sin ritual de transición.
Los pueblos indígenas de la Amazonía, están padeciendo los efectos de la pandemia, transformando sus cosmogonías y su relación mágica con la muerte y la fuerza de los espíritus. A ellos también les ha llegado el discurso cientificista de la prevención, la contaminación, el tratamiento, la muerte y disposición rápida y secular del muerto.
Habrá un nuevo orden internacional y una tensión entre nacionalismo y globalización.
Las tensiones entre China y Estados Unidos aumentaran y escalaran a un escenario de guerra comercial y geopolítica. Europa y las economías emergentes protegerán sus economías nacionales y habrá relocalización de industrias esenciales para los cuidados de la salud. Será el fin de la prolongada crisis de acuerdos de Breton- Woods. El sistema de Naciones Unidas perderá protagonismo y se correrá el velo de su carácter inútil y de la nomenclatura al servicio de sí misma. Para hacer posible un mundo sostenible se necesitara de un nuevo orden internacional. Las instituciones económicas consolidaran su protagonismo. El Fondo Monetario Internacional que hoy modela con su ayuda el destino de algunos países en occidente y la China tendrá cada vez mayor influencia a través del Banco Asiático de Inversión en Asia y África.
Con el Covid-19, las plataformas digitales consolidan su control de los intercambios económicos capturando sin pudor una porción cada vez mayor de la renta mundial. Las grandes firmas profundizaran su cambio tecnológico mediante la robotización y uso de la inteligencia artificial. Y todo lo anterior tendrá sus efectos en una mayor concentración del ingreso a nivel mundial y al interior de los países. En el mundo de trabajo se producirán cambios en las estructuras ocupacionales, se profundizara la precarización laboral en los sectores con rezagos tecnológicos y tendrá efectos en la segmentación (más profunda) en las rentas de trabajo entre quienes cuentan con mayores competencias basadas en conocimientos técnico científicos y quienes tienen bajos niveles de estudio.
Habrá una relación más estrecha entre gobiernos y las grandes corporaciones. Todo lo anterior en un mundo con sistemas políticos más autoritarios y con limitaciones de las libertadas. La tecnología será el medio de control, los espacios ciudadanos de interacción serán limitados, el mundo de la información estará a disposición de los gobernantes y de las grandes corporaciones quienes modelaran los compartimientos y conductas de los ciudadanos.
* Columnista invitado