lunes, 22 de febrero de 2016

ALMENDRAS AMARGAS

Con esta frase se refirió la periodista Vicky Dávila al incidente que puso fin a su paso por la dirección del noticiero RCN, luego de que la organización Ardila Lule le solicitara su renuncia por la evidente mala fe con que procedió al publicar un video que contenía la conversación íntima y sexual entre un senador y su edecán de la Policía. Y con ello quiso sugerir que ‘algo huele a podrido por los lados de la casa de Nariño`.

A la periodista Dávila le pareció que las relaciones homosexuales entre un senador y un agente de  la policía eran un delito igualmente execrable que los desmanes investigados sobre la llamada “comunidad del anillo”. Y por eso decidió ponerlo en la picota pública. En esto su conducta moral se parece mucho a la del Procurador Ordoñez, quien vio en este video no a un delincuente de "cuello blanco" sino a un pecador! Y, con esa prueba en la mano, cito a una rueda de prensa para anunciar la apertura de investigación contra el ex-director general de la Policía, diciendo que era parte del circulo infernal de la "comunidad del anillo".  Con ello el procurador hizo moñona, logrado la caída del general Palomino y del Viceministro del Interior, además de la salida de la periodista.
Pero como suele suceder en estos casos, que involucran a los altos círculos del poder – tal como los describiera magistralmente Shakespeare en el inolvidable Hamlet- los hilos de la madeja del circulo NO se cierran en el Palacio!
En la recta final de las negociaciones de La Habana, el “ruido de sables” que se escucho esta semana desde el desconocido Conejo en La Guajira hasta en las alfombras rojas del Palacio de Nariño, dejan ver las “orejas de burro” que se esconden en los asuntos de la guerra. Los comandantes del secretariado de las Farc hacen “pedagogía armada” para explicarles a sus bases, que han sido su retaguardia estratégica, las bondades de la paz. Y en los cuarteles de la escuela General Santander, la pugna por el poder en la dirección de la Policía, cobra la cabeza del General Palomino. Acusado y acosado por los cada vez más evidentes desmanes del circulo del anillo. Y, mientras tanto, los altos heliotropos bogotanos del poder se rajan las vestiduras reclamándole al gobierno poner fin a la presencia del secretariado de las Farc en los campos de Colombia. Y, las redes sociales y periodististicas se deleitan con el morbo de las conversaciones homosexuales del senador y su edecán.   
Pero la realidad de la guerra está mucho más allá de los titulares de la prensa. En las apartadas regiones del país, los pobladores urbanos y rurales esperan con ansiedad el anuncio de la firma de la paz. Sometidos como han estado en los 100 de soledad del estado colombiano y víctimas de la intimidación armada, ven con mucha expectativa la terminación de la pesadilla de la guerra. En los rostros de alcaldes, funcionarios, profesionales, campesinos y gentes del común de estas regiones de Colombia, se observa una mezcla de escepticismo y esperanza por la firma de la paz y el inicio del posconflicto.
Su sano escepticismo es producto de los largos años de abandono, opresión y engaño al que han sido sometidas por parte de la dirigencia política y militar que impera en estas regiones del país. Y, su esperanza, está puesta en las oportunidades que se abren con la terminación del conflicto para redimir sus padecimientos y entrar en la senda de las transformaciones sociales, productivas e institucionales, de las cuales se habla mucho por estos días con motivo de la formulación de sus planes de desarrollo territorial.
Por estas razones, la necesaria dosificación entre las expectativas de la paz y la realidad fiscal e institucional del país, parecería ser el fiel de la balanza que puede inclinar el fin del conflicto armado y la consolidación de la paz. Es un hecho demostrado históricamente que la “primavera de la paz” trae consigo el desborde de las expectativas por la satisfacción de las necesidades que han estado aplazadas por siglos, pero que pueden chocar contra los muros de la indiferencia de los malos gobiernos y la falta de recursos y oportunidades reales para satisfacerlas. Con lo cual, seguramente aumentaran las tensiones, los conflictos sociales y el refrote de la violencia.
De ahí que sea muy conveniente y oportuno, el diseño de una buena pedagogía de paz que ayude efectivamente a sentar las bases del postconflicto. Esta pedagogía debe comenzar por cambiar el tono y, sobretodo, el contenido de mensajes comunicativos que circulan por las redes sociales y los medios. Es imperativo que los comunicadores dejen de lado sus vanidades y se enfoquen en construir nuevos lenguajes de paz y reconciliación, donde el epicentro sean las necesidades y clamores de la gente.
Solo así podremos evitar que las almendras de la paz no se vuelvan amargas!

Luis Alfredo Muñoz Wilches
Bogota, febrero 22 de 2016

                         

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