domingo, 25 de octubre de 2020

La Minga: una historia de incomunicación y desencuentros


Totoroes y paeces, Yanaconas y Guambianos
Coconucos, Siapidaras, todos indios colombianos
Pa’delante compañeros dispuestos a resistir
Defender nuestros derechos, así nos toque morir”
Himno de la Guardia Indígena


¿Qué sentido tiene para los colombianos la llegada de la Minga Indígena a la capital de la República? ¿Acaso se trata del (re)encuentro de dos mundos: el indígena y el nuevo mundo? 

Esta semana los colombianos asistimos a un hecho inédito. Los indígenas del Cauca tuvieron que bajar de las montañas, donde están confinados hace muchos años, y atravesar rios, campos, y ciudades para llegar hasta Bogotá en la búsqueda de una audiencia con el presidente Duque. Pero, se encontraron con la silla vacía de la presidencia. Ellos recordaban que, durante la campaña electoral, les había prometido acoger sus clamores de tierra y paz, y lo estuvieron esperando pacientemente durante estos dos largos años a que cumpliera su palabra. A cambio, solo han recibido el desplante, las agresiones, la militarización de sus territorios y la creciente ola de masacres y asesinato de sus líderes. 

Según las cifras de Indepaz, en lo que va corrido de este gobierno, han sido asesinados 167 líderes indígenas, de los cuales 94 ocurrieron en el departamento del Cauca y 47 durante la pandemia del Covid-19. Mientras transcurría la Minga, fueron asesinados 4 dirigentes indígenas, uno de ellos, Aurelio Jumi Domico, Vicegobernador del Resguardo de Quebrada Cañaveral en Puerto Libertador, Córdoba.

Por estas razones, como hace más de 500 años, la “silla vacía” del presidente Duque tiene hoy un hondo significado: El (des)encuentro de dos mundos, el indígena y popular, de la Minga, y el de la clase dirigente, indolente y soberbia que desconoce el carácter pluriétnico y multicultural de nuestra constitución. 

Como lo dijera William Ospina “nada cambia tanto como la historia”… que se reescribe cada rato. A las generaciones de colombianos que nos tocó vivir en estos tiempos de crisis y posverdades, el llamado de la Minga a “descolonizar” el imaginario que hemos construido sobre las comunidades indígenas, se contrapone a la expresión -difundida por las redes- de la energúmena dama bogotana que le gritaba a los marchantes de la Minga: “váyanse de acá” “no los queremos indios ignorantes” (Sic…) “Ustedes son una porquería”. Este lenguaje ofensivo y denigrante hacia nuestros antepasados, es el producto de la ignorancia de una sociedad que no se quiere reconocer a sí misma, carente de un relato propio de su pasado histórico, natural, social y cultural que nos permita construir un destino común. 

En su lugar, tenemos el relato de los conquistadores que, con su empresa de asalto y saqueo, provocó un inmenso genocidio y una invasión opresiva, cuyo principal resultado fue borrar la memoria de nuestros antepasados y tomar posesión de sus tierras. De esa manera, se (re)fundó - además de las ciudades - un nuevo orden basado en la exclusión, el despojo, avasallamiento cultural y la negación de los otros. Para los conquistadores europeos, éramos unos ignorantes, unos “bárbaros” a los cuales había que civilizar, con la espada y la cruz, o simplemente desaparecer de la faz de la tierra. 

Hoy, 500 años después sigue prevaleciendo esa herencia de exterminio de lo indígena, de lo popular, de lo que es distinto a las costumbres occidentales y a la vida moderna. El colonialismo cultural fue sembrado en nuestros territorios con la clara intención de borrar la memoria ancestral, arrebatarnos nuestra cultura e imponernos “los buenos hábitos de la servidumbre”, como lo dijera W. Ospina en ese hermoso escrito de la “Colombia perdida” a propósito de la celebración del 12 de octubre.

Los indígenas del sur del país han tenido que marchar, en su minga, para denunciar a los colombianos y al mundo entero que, de los 115 pueblos indígenas del país, 68 están en riesgo de exterminio físico y cultural como consecuencia del conflicto armado, y de la indolencia de los gobiernos y de la clase política que, desde hace muchos años, los acusan de ser aliados de la subversión. 

La palabra "minga" -o "mink’a" en la lengua aimara- tiene su origen en una práctica agrícola ancestral basada en el trabajo comunitario y es una invitación a reunirse para organizar un propósito común. En el contexto actual está palabra ha cobrado un nuevo significado en la manera de expresar un sentimiento o un reclamo colectivo. La minga es hoy una forma de movilización social que destaca valores y costumbres ancestrales como la colaboración, el compañerismo, el trabajo en equipo, el arraigo a un territorio, el respeto y la comunicación abierta y transparente en la búsqueda del bien común. Por el contrario, nuestra cultura individualista, se caracteriza por la competencia, el oportunismo, la agresión y la búsqueda de la “ventaja inmediata” conocida como la cultura del “atajo”. 

Pero esta vez la minga se convirtió en una expresión mucho más amplia y diversa, con la participación de afrocolombianos, campesinos, y jóvenes estudiantes, que marcharon juntos para demandar del gobierno mayor protección de la vida, los territorios, la diversidad étnica y cultural y el cumplimiento de los Acuerdos de paz. Los miembros de la Minga —con sus bastones de mando y el himno de la Guardia Indígena—se ganaron el corazón de los colombianos y la admiración del mundo, con su protesta pacífica y organizada que tiene claro el largo camino para lograr la transformación social. 

Tal como lo expresara la politóloga Sandra Borda: "la minga indígena puede ser el impulso de una protesta popular más amplia" (…) porque en el sur del país la vida está siendo mancillada, atacada y asesinada permanentemente. El objetivo de la Minga es decirle al país que ¡la Vida es Sagrada!

Fuerza, fuerza. Por mi raza, por mi tierra”.


Luis Alfredo Muñoz Wilches, 25 de octubre de 2020


lunes, 5 de octubre de 2020

El maestro ignorante

 “La ignorancia absoluta no es el mayor de los males ni el más temible,  una pequeña porción de conocimientos mal digeridos puede causar peores estragos”

Platón, Las leyes

El escenario nacional fue sacudido esta semana por tres sucesos que, aparentemente sin ninguna relación, se constituyeron en unas puntadas adicionales en la espesa madeja que se ha venido tejiendo bajo el mandato del aprendiz Duque, con el aplauso de los grandes medios de comunicación.

El primero ocurrió en Medellín donde fue asesinado el profesor, historiador y reconocido líder social de la Universidad Nacional, Campo Elías Galindo. Él había publicado en su blog, hacía muy pocos días, la que sería su última columna “EPM desata la política local en Medellín”, donde develaba los tentáculos de la poderosa élite económica y política Antioqueña, más conocida como el Sindicato Antioqueño: “(...) la GEA hoy, es la herencia decadente de una antioqueñidad que se quedó en los libros de historia, (...) transformada en un cartel empresarial intocable, que mete sus manos no solo en el Estado y sus instituciones, sino también en los patrimonios públicos más preciados como EPM”.

El segundo suceso lo propició la destemplada declaración de la primera dama María Juliana Ruíz a un noticiero de tv, ante quien declaró: “me asusta más la agresión ciudadana que la represión policial”, a propósito de los sucesos del 9 y 11S. Esta declaración, aunque la rectificó después, se convirtió en una ofensa a la memoria de los colombianos que vieron cómo en esas protestas perdieron la vida 14 jóvenes bogotanos, víctimas de la brutal represión policial.

El tercero, estuvo a cargo de la senadora María Fernanda Cabal, quien, con su acostumbrado cinismo, se despachó contra Fecode, diciendo: “La libertad de los padres a decidir como todo libre mercado. ¡Sobre la educación de sus hijos!”. En su respuesta, la Federación de Educadores señaló, “Seguiremos defendiendo la educación pública para no quede a merced del ‘libre mercado’ y sometida al interés de quienes no la valoran, pues no piensan ni para escribir”.

Estos tres hechos tienen en común una particular valoración de los sucesos que, contribuyen a la formación de una moral pública, definiendo lo que es “bueno” o “malo”. En las modernas sociedades democráticas, la calificación moral de los acontecimientos no depende -o por lo menos, únicamente- de los caprichos personales, así estos sean los de la primera dama, sino de valores sociales compartidos, los cuales se hallan formalizados en normas constitucionales, que consagran el derecho a la vida, la honra y los bienes. 

En el caso lamentable del profesor Campo Elías Galindo, las circunstancias bajo las cuales fue muerto, con signos de tortura, está indicando que no solo se trató de un macabro asesinato, para silenciar la voz de un maestro ejemplar, sino de una siniestra operación criminal planeada para dejar una advertencia, de que los asesinos en Colombia no se detendrán en la persecución y la aniquilación sistemática de los líderes sociales. Una situación que en palabras de la filósofa alemana Hannah Arendt constituye una “terrorífica normalidad”, donde los sicarios del profesor Galindo son apenas “ruedecillas de una maquinaria criminal”.

El profe Galindo era reconocido en el medio académico y social, como un sujeto íntegro, de buenas costumbres, respetuoso de las opiniones ajenas y activista político con un gran sentido de la justicia social. En su ejercicio como maestro no se limitó a transmitir sus reflexiones sobre la historia del país, sino que publicaba en su blog opiniones críticas sobre las problemáticas sociales locales, nacionales y globales. Era, como lo señalara el filósofo griego Platón, un buen maestro, que no solo predicaba la verdad en sus clases sino que hacía lo justo. Enseñaba con el ejemplo, virtud muy escasa en nuestro país, donde las élites políticas y empresariales dicen mentiras y actúan en contravía del interés general. Esto se conoce como la doble moral: ¡Virtudes públicas, pecados privados!

En el caso de la primera dama, el hecho de que, en su escala valorativa, encuentre justificable y bueno la represión violenta de la protesta ciudadana, hace parte de una narrativa que se ha venido afianzando en este gobierno, acerca de la existencia de un “enemigo interno”, que no solo mina la moral de las FFMM, sino que amenaza la seguridad del Estado. Los reiterados trinos del expresidente Uribe acusando a sus opositores, a los magistrados de las altas cortes y a los “jóvenes far” de estar propagando el virus de la anarquía y el terrorismo, son una verdadera amenaza, para la estabilidad democrática del país, la seguridad y la vida de jóvenes, líderes sociales y opositores del gobierno.

Se trata del esfuerzo del gobierno del aprendiz que, no solo ha venido negando la existencia del conflicto interno, sino que busca dividir al país entre “buenos” y “malos”, para opacar la reflexión pública, silenciando las voces disidentes y colocando la inmensa fuerza del Estado al servicio del exterminio de todos aquellos “malos” que se opongan a los designios del jefe Supremo. 

Sin duda no es fácil oponerse a las dictaduras. La historia reciente de América Latina así lo demuestra. Los pueblos deben pagar un altísimo costo social y económico para sacudirse de estos dictadores. Pero como lo señala Arendt, solo el espíritu crítico y el diálogo abierto nos permite mantenernos a salvo de los totalitarismos. A la violencia extrema –que hemos padecido en Colombia- se llega en medio de una estructura política clientelista, corrupta y gamonal donde es imposible ejercer la discrepancia o la oposición a los poderes hegemónicos. También, se puede llegar a esta situación a través del pantano de mentiras, banalidades y fake news que difunden los noticieros y las redes sociales. La autocensura y la manipulación de los contenidos noticiosos producen desequilibrios informativos que le impiden a los ciudadanos formarse un juicio crítico de los acontecimientos. 

El viaje hacia el infierno de la violencia se hace por el camino del conformismo y las concesiones al maltrato, la agresión, la exclusión, y el matoneo. Y una vez acostumbrados al abuso del poder, el paso siguiente del genocidio o los magnicidios está muy cerca. ¡La Vida es Sagrada!

Resulta muy diciente el mensaje de las senadoras del CD acerca de abandonar en manos del mercado la prestación del servicio educativo, aduciendo la libertad de los padres a escoger el colegio de sus hijos. No entienden las senadoras, en una demostración de ignorancia supina, que la educación no es un bien privado -que se puede adquirir en un supermercado-, sino un derecho fundamental y un servicio público que tiene una función social. En este sentido, pretenden las senadoras desconocer la obligación del estado de organizar, regular y proteger este derecho, para garantizar su calidad y el cumplimiento de sus finalidades en la formación moral, intelectual y física de los estudiantes.

Valga recordar lo dijera A. Merani, acerca de la formación de los jóvenes, que involucra diferentes dimensiones del ser humano, relacionadas con el pensamiento, la valoración socio afectiva, la comunicación y la convivencia; así mismo, la Escuela Histórica dice que las complejas interrelaciones entre ellas, están determinadas por las circunstancias sociales y culturales. La labor fundamental del maestro es tejer cuidadosamente la trama de estas interrelaciones. 

El mayor reto de los educadores no está en desarrollar los contenidos fragmentados de la educación tradicional, sino en conducir a sus estudiantes para que sean ellos mismos quienes descubran las relaciones entre el saber, el saber hacer, el saber ser y el saber convivir con los seres de su misma especie y, con otras especies que habitan este planeta. Solo los ignorantes creen que basta con rellenar a los estudiantes de contenidos fragmentados y dogmáticos para que estos los repitan como loros en los exámenes y en las pruebas de calidad a los cuales se presentan.

Desde su significado original -hace más de 2.000 años en la Grecia Antigua- el ejercicio del buen maestro se asociaba con la virtud de saber enseñar a otros a encontrar su camino, y ayudarlos a lograr las cosas que se proponen. Para el filosofo Heidegger, enseñar es más difícil que aprender porque enseñar significa dejar a otros que aprendan, incluso conocimientos y verdades que el maestro no sabe. 

Por eso, la labor del maestro no es otra que ayudar a sus alumnos a aprender por su cuenta y riesgo y en este sentido, la mayor ignorancia del maestro está en querer imponerles sus ideas como sí fueran la verdad revelada. Como lo dijera Mafalda, lo ideal está en: “tener el corazón en la cabeza y el cerebro en el corazón, para que así podamos pensar con más amor y amar con más sabiduría


Luis Alfredo Muñoz Wilches, 5 de octubre de 2020


Postdata: ¡Tal como lo expresó la UNESCO en su declaración del día Mundial de los Docentes, dedico estás modestas notas a exaltar la labor de todos los maestros que son verdaderos héroes en tiempos de pandemia y que nos ayudan a reinventar el futuro! 

lunes, 28 de septiembre de 2020

¿La crisis institucional del Gobierno Duque o la vuelta a los estados de excepción?


 
(…) Todos suponemos que hay un iceberg esperándonos,

oculto en alguna parte del brumoso futuro,

contra el cual chocaremos para después irnos a pique 

mientras la música sigue sonando

Jacques Attali, “El Titanic”

 

El reciente incidente de desacato al fallo de la Corte Suprema de Justicia que le ordenó al Ministro de Defensa “pedir perdón” a la ciudadanía por los excesos en el uso de la fuerza que desembocaron en la muerte del estudiante Dilan Cruz en noviembre del año pasado, constituye un paso más en la profundización del carácter dictatorial del gobierno Duque. En un fallo histórico, frente a los hechos de brutalidad policial, la Sala de Casación Civil de la Corte se pronunció a fondo e impartió órdenes como prohibir el uso de armas de fuego y ordenar la expedición de una reglamentación para proteger el derecho a la protesta ciudadana, acogiendo las directrices de la Corte Constitucional, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (IDH) y la ONU.

El Ministro Carlos Holmes Trujillo controvirtió el fallo y justificó la conducta de las Fuerzas Armadas diciendo que el Esmad actua para hacer respetar los derechos de la ciudadanía que no participa en la protesta y para reprimir los “brotes de violencia” y “vandalismo”. Estas declaraciones constituyen una amenaza al Estado de Derecho por parte de un gobierno que desconoce las decisiones judiciales, desafía la independencia de la justicia y rompe el necesario equilibrio de poderes, desatando una nueva crisis institucional.

Con la expedición de la Constitución Política del 91, Colombia logró reestablecer un precario equilibrio institucional entre la efectividad de un Estado, guardián del uso de la fuerza, y la protección de las libertades individuales. Después de un largo período de violencia generalizada y de supremacía de los estados de excepción -conocidos como “Estados de Sitio”-, se logró un arreglo institucional definido como un Estado Social de Derecho, que está fundado en el respeto a los derechos humanos, la protección de la vida, la convivencia pacífica y la defensa del interés común. En otras palabras, la Constitución del 91 logró la cuadratura del círculo, reconciliando la unidad del estado-nación con el respeto a los derechos ciudadanos y, particularmente, la incorporación de derechos económicos, sociales y culturales, como las nuevas “reglas del juego” institucional.

Este “gran compromiso” entre el Estado y la sociedad, que caracteriza a las democracias liberales modernas, se funda en por lo menos 4 acuerdos sobre “lo fundamental”: en primer lugar, el compromiso de que las “reglas del juego” se construyan mediante acuerdos públicos, con la participación de una ciudadanía activa. Este principio del Estado de Derecho implica que las decisiones fundamentales se hagan de manera pública, ya sea sometidas a la consulta popular o a la aprobación en las instancias de representación política. En nuestro país, este principio se rompió por la vía de los poderes excepcionales otorgados por el Congreso al gobierno. Con ocasión de la llegada del Covid-19, se le concedieron facultades expresas para mitigar los efectos sociales y económicos de la pandemia, pero estas han sido usadas para cambiar las “reglas del juego”. De los más de 174 decretos expedidos por el gobierno Duque con fuerza de ley, solo unos pocos se relacionan directamente con la atención a la pandemia. 

El segundo principio fundamental está relacionado con el establecimiento de un sistema de pesos y contrapesos que hacen posible el control de los excesos de poder. Este principio también se ha roto. De un lado, el Congreso –en manos de una frágil mayoría de intereses procaces- decidió desvanecer su poder legislativo y declinar sus funciones de control político para diluir su papel en unas aburridas charlas virtuales. Así hemos presenciado, atónitos los colombianos, cómo este Congreso eludió el fallo del Tribunal de Cundinamarca que le ordenó al gobierno suspender las operaciones de la brigada militar EEUU e instó al Congreso a asumir su función de control político para examinar y autorizar estas operaciones, como es su función constitucional. Sin embargo, el Congreso prefirió guardar silencio frente a las declaraciones del Mindefensa en el sentido que lo había consultado con “algunos parlamentarios”, a espaldas del Congreso. De otro lado, ha resultado más grave aún el desconocimiento del gobierno de la independencia de la justicia. No solo el presidente Duque ha demostrado reiteradas veces su desacuerdo con los fallos de la Corte Suprema de Justicia, sino que el Ministro Carlos Holmes Trujillo controvirtió publicamente el fallo de Sala Civil de la Corte Suprema y salió en defensa de las Fuerzas Armadas, equiparando el derecho a la libre expresión de una ciudadanía que protesta contra los abusos de la fuerza pública, con quienes no lo hacen. De esta forma desconoció la declaración de la Corte Suprema que señaló: “una nación que busca recuperar y construir su identidad democrática no puede ubicar a la ciudadanía que protesta legítimamente en la dialéctica amigo-enemigo, izquierda y derecha, buenos y malos, amigos de la paz y enemigos de la paz”.

El tercer principio fundamental establece el monopolio de las armas y el uso de la fuerza en manos del Estado, siempre y cuando esté sometido al control civil y sea garante de las libertades y derechos de los ciudadanos. Como lo vimos con la muerte de Juliana por el disparo de un uniformado de las FFMM cuando transitaba por la carretera en Miranda Cauca, esta clase de atropellos han sido una conducta sistemática durante los 2 años del gobierno Duque. Dicha conducta tuvo sus origenes en las directrices impartidas por el anterior Ministro de Defensa, quien ordenó incrementar las bajas en las operaciones de las FFAA, en lo que de conoció como una nueva versión de los “falsos positivos”. 

Con ocasión de los más recientes sucesos del 9S y 11S, estos abusos han desbordado todas las normas del estado de derecho, al punto de que la comunidad internacional se ha manifestado preocupada por el creciente deteriorio de los estándares de los derechos humanos en Colombia y ha llamado al gobierno a ejercer los controles correspondientes para evitar un nuevo derramamiento de sangre en Colombia. 

El cuarto lugar, en relación con el criterio anterior, el Estado colombiano ha renunciado a ejercer el control de muchos territorios en disputa con fuerzas delicuenciales, donde se ha concentrado la violencia. Como la afirmara, el politólogo Gilberto Tobón: “En Colombia hay más territorio que Estado”, en la medida en que el Estado no ha sido capaz o no ha tenido la voluntad de recuperar el control de los territorios antes ocupados por las Farc. El gobierno ha incumplido los Acuerdos de Paz, y no ha hecho presencia para garantizar la seguridad, la vida ni la prestación de los servicios públicos esenciales en las regiones de la ruralidad profunda. 

En este mismo sentido, y más grave aún, el Estado cede el control de vastas zonas fronterizas a los grupos delincuenciales. Aún se recuerdan las imágenes de cómo se realizó el ingreso de Juan Guaido por Puerto Santander, Norte de Santander, un territorio bajo el control de los Rastrojos. De acuerdo con los testimonios entregados por el director de la Fundación Progresar, Wilfredo Cañizares, "el operativo de ingreso a Colombia de @jguaido para el concierto del 23 de febrero del año pasado fue coordinado por el grupo paramilitar de los Rastrojos, quienes montaron una operación candado desde Guaramito a Agua Clara, hasta cuando llegaron funcionarios públicos a recogerlo".

En estas condiciones, el país ha entrado en una encrucijada que amenaza la estabilidad del estado de derecho y el retorno a los “estados de excepción” que, parece gustarle mucho al gobierno Duque, para paliar su propia incapacidad y su creciente pérdida de legitimidad. 

En este contexto, los caminos de la democracia liberal comienzan a bifurcarse entre la salida dictatorial que propone el gobierno y sus aliados, y la profundización de las conquistas alcanzadas con el Estado Social de Derecho. 

La dictadura civil puede proporcionarle al gobierno Duque una vía de escape para la supreción de las libertades individuales y las garantías institucionales. Se trata del retorno al “Estado de Sitio” donde los poderes excepcionales del Estado se colocan en cabeza del gobierno por encima de la democracia-liberal y se rompe el equilibrio de poderes.

Sin embargo, ese camino de la dictadura civil no está exento de riesgos y peligros. El primero de ellos tiene que ver con el deterioro creciente de los DDHH y el rechazo de la comunidad internacional, que, dicho sea de paso, le importa muy poco al gobierno Duque. Su negativa a recibir las visitas de los delegados de la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, ACNUDH, y las afirmaciones del gobierno de que se trata de “una intromisión en la soberanía del país” es una prueba de ello.

El segundo factor de riesgo lo constituye la creciente pérdida de legitimidad de su gobierno que, a pesar del confinamiento, se manifiesta en el aumento de las protestas y el rechazo a sus políticas. Incluso, voceros autorizados de la Iglesia, los partidos políticos tradicionales y el sector empresarial, han salido a manifestar su preocupación, cuando no su abierto rechazo, con el rumbo que está tomando el país bajo la conducción del presidente Duque. 

De la otra orilla, va ganando cada vez más espacio la propuesta de un “Pacto Histórico” de todas las fuerzas democráticas y sociales que buscan defender las conquistas del estado social de derecho y profundizar las libertades y los DDHH.

 

Luis Alfredo Muñoz Wilches, 28 de septiembre de 2020

 

La tapa

En medio de la alta tensión que vive el país por los excesos de violencia de las FFAA y las confusas versiones dadas por los oficiales del Ejército sobre el asesinato de Juliana Giraldo en el sitio denominado Guatemala, en Miranda Cauca, se conocieron los testimonios sobre el reiterado acoso de que fue víctima por su condición de LGTB, por parte de los soldados del batallon a cargo de las operaciones en esta zona; el demencial trino del exsenador Uribe atribuyendo este asesinato a un error fatal provocado porque “Santos minó la moral de las FFAA”; y las declaraciones de la senadora Cabal del CD, acerca de que “el Ejército es una fuerza letal de combate que entra a matar” .

 

 

lunes, 14 de septiembre de 2020

La silla vacía: crónica de la necropolítica y otros trinos del Ubérrimo

 

Por qué tanto entusiasmo mijo?, estás vestido como para un gran acontecimiento -dijo su mujer

Este entierro es un acontecimiento -dijo el coronel-.

Es el primer muerto de muerte natural que vamos a enterrar en muchos años

El coronel no tiene quien le escriba, Gabo

Como era de esperarse, el presidente Duque no acudió a la cita del perdón y la reconciliación con un país indignado y dolido. Prefirió quedarse en su cómoda y dorada jaula de cristal. Allí puede refugiarse en la intimidad de su camarín y recibir el abrazo cálido de sus amigos de la Sergio que alternan su trabajo de negacionistas de la realidad con la diligente prestancia para hacerle los oscuros mandados al señor del Ubérrimo. Obligado cómo está a representar un papel para el cual no está preparado, se siente más seguro detrás de cámaras donde sus maquilladores pueden disimular mejor su ineptitud. De está manera puede alternar sus cotidianas salidas a escena, donde cegado por las luces de su vanidad y arrogancia, no ve la pobreza, el desastre y el incendio en que ha dejado sumido el país en sus dos años como aprendiz de mandatario.

El balance de la semana pasada es el más triste y tenebroso de los últimos 25 años en el historia del país: 14 jóvenes perdieron la vida en Bogotá, 72 personas heridas a bala, y cientos de ciudadanos víctimas de los atropellos de la policía. Todo esto sucedió en escasas 48 horas ante la mirada indiferente del gobierno nacional.

La alcaldesa de Bogotá Claudia López declaró con lágrimas en los ojos que “Lo sucedido es una auténtica masacre de los jóvenes de nuestra ciudad”. Y añadió que esto “es lo más grave que nos ha pasado en Bogotá desde la toma del Palacio de Justicia”. Por eso, acudió indignada al Palacio de Nariño a invocar la solidaridad del gobierno del presidente Duque e invitarlo este domingo a un acto de reconciliación y perdón con las víctimas de los abusos policiales. Pero se chocó con la arrogancia de un presidente indolente ante los clamores del pueblo pero dócil con los poderosos y los trinos del Ubérrimo.

Tal vez no exista en español una palabra que permita expresar una situación tan siniestra como la que estamos viviendo en Colombia, bajo el gobierno del aprendiz Iván Duque. El recientemente fallecido sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman la definió con una palabra alemana “Unsicherheit” que reúne tres conceptos de la ciencia política contemporánea: “incertidumbre”, “inseguridad” y “desprotección”.

La incertidumbre de un régimen político que, en dos años de desgobierno, se ha dedicado a torpedear el Acuerdo de Paz, recrudeciendo el clima de violencia, la inseguridad en los territorios rurales y el atropello de los derechos humanos en todo el país.

De acuerdo con la Oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos en Colombia (ACNUDH) hasta la fecha se han perpetrado 572 asesinatos de líderes sociales y defensores de los derechos humanos, más de 53 masacres que dejan como saldo trágico 202 personas asesinadas principalmente en los departamentos del Cauca, Nariño, Norte de Santander, Putumayo, Choco, Córdoba y Valle del Cauca. Lo mismo que el aumento de los ataques contra los líderes indígenas (271 casos bajo el mandato del aprendiz) y el incremento de la violencia contra las mujeres defensoras de los derechos humanos (104 casos) y el aumento de más del 50% de los feminicidios y la violencia contra la mujer. A lo cual se suma el intento del Gobierno por impedir y bloquear trabajo de los delegados para Colombia de las Naciones Unidas y constreñir el funcionamiento de la Justicia Especial para la Paz (JEP), reduciendo su presupuesto.

En materia de inseguridad resalta el manejo errático del gobierno Duque en los 5 meses que llevamos de emergencia sanitaria provocada por el Covid-19. La pandemia puso al descubierto muchas de las miserias del sistema de salud, donde las EPS y las aseguradoras privadas concentran el manejo de los recursos de la salud y contratan con las entidades prestadoras de salud (IPS), como los hospitales públicos, pero no les pagan y mantienen al personal de la salud en unas condiciones francamente deplorables.

Así mismo, la crisis económica provocada por la cuarentena y la parálisis de las principales actividades económicas no ha sido atendida con la urgencia y la prioridad que requiere. El gobierno nacional se ha negado a acoger la propuesta de otorgar una Renta Básica Universal para paliar el efecto del desempleo de hoy afecta a más de 4, 9 millones de colombianos, como lo han hecho otros países. Por el contrario, el gobierno le ha otorgado al sector financiero recursos hasta por 3,6 billones de pesos, y en vez de atender el clamor de miles de pequeños y medianos empresarios, que generan la inmensa mayoría de los puestos de trabajo de los colombianos, le otorgó un préstamo por U$ 370 millones a Avianca, una empresa de inversionistas extranjeros que tiene asiento en los paraísos fiscales, no paga impuestos en Colombia y goza del monopolio de las principales rutas aéreas del país.

En este orden de ideas, los recientes acontecimientos son una demostración del nivel de “desprotección” en el que nos hallamos. Las autoridades de policía cuya función constitucional es ofrecer protección a la ciudadanía, voltean sus armas para agredir, maltratar y hasta asesinar a los inermes ciudadanos.  

Las lágrimas de la alcaldesa de Bogotá son mensaje de impotencia y rabia a la vez. Impotencia al ver cómo la policía se le salió de madre y le hizo pistola a su llamado a no usar pistolas!. Rabia, con el desplante del presidente Duque que deja vacía la silla del perdón y la reconciliación.

El presidente Duque no ha dado muestras de respeto a la Constitución ni a la independencia de poderes. Sus declaraciones en favor del detenido y sub judice expresidente Uribe, son una demostración de que el aprendiz ha tomado muy bien la lección de su “maestro”. Simplemente, arrancó la página del libro de Robert Michels donde describe su famosa “ley de hierro de la oligarquía” para repetir los abusos de poder de su mentor político

El presidente Iván Duque aprovechando muy bien las facultades extraordinarias otorgadas por el Legislativo para el manejo de la emergencia del Covid-19, concentrando aún más el poder. Fruto de ello, ha expedido más de 164 decretos con fuerza de ley durante la emergencia, de los cuales solo 11 se relacionan directamente con la emergencia sanitaria. La mayoría de ellos se refieren a reformas que no habían tenido acogida en el parlamento, tales como: la reforma laboral que le da vía libre a la total desregulación y la pérdida de la protección del trabajador; la autorización a los grandes proyectos de minería-extractiva en detrimento de las comunidades y del medio ambiente; el uso del fracking en la explotación petrolera; la venta de activos de Ecopetrol; el retorno de la fumigaciones aéreas, entre otros. Y de está forma logró filtrarlas por la puerta de atrás, al mejor estilo de las Jobvisitas

Esta tendencia a la concentración excesiva de poder es la puerta de entrada a la dictadura civil y a la profundización de los abusos y la arbitrariedad. Cuando la esfera de lo público se va opacando, como consecuencia de la pérdida de legitimidad de las instituciones y el desprestigio de los partidos políticos, solo queda como recurso la fuerza bruta.

Por esto, vemos como los trinos del expresidente Uribe, desde su finca-prisión domiciliaria, se tornan cada día más oscuros y siniestros. Los llamados constantes a la militarización del país, a la supremacía de las fuerzas armadas, a la declaratoria del estado de excepción son una expresión de la nueva necropolítica. Como dijera Hannah Arendt para entronizar el discurso de la necropolítica se requiere “volver banales a los seres humanos”, porque de esa forma se les despoja de su naturaleza humana y puede criminalizar al adversario mediante expresiones tales como: “vándalos”, “jóvenes-far”, “incitadores”, “terroristas”, “bandidos”.

De esta manera, el totalitarismo apunta a la aniquilación de la subjetividad, de las capacidades de autodeterminación y de la esfera de lo público para hacer trizas los espacios democráticos que aún nos quedan. Porque, en la medida que no hay individuos, desaparece la necesidad del diálogo. No hay nada de qué hablar. Los poderes absolutos ya no tienen necesidad alguna de argumentar o de convencer a nadie de sus acciones. Basta con la presencia de los símbolos de su poder: como se lo expresara el policía de la moto “pa´que vea, estudie y no puede hacer lo que yo te hago a ti”

Pero en medio de esta oscuridad que nos quiere imponer el totalitarismo surge una chispa que incendia la pradera y permite llenar de luz el horizonte. Esa chispa no es solo el estallido momentáneo de luces y destellos que luego se desvanecen en el aire. Sé trata de la energía distinta, de una energía renovadora y creativa que fue capaz de transformar un CAI en una biblioteca pública. Demostrando que lo imposible es posible!

Allí está el cimiento de algo nuevo, de ese espíritu lúdico y creativo que es capaz de transformar un cuartel en una biblioteca, un panóptico en un centro cultural.

Que vivan los estudiantes

Jardín de nuestra alegría

Son aves que no se asustan

De animal ni policía

 

Luis Alfredo Muñoz Wilches, 14 de septiembre de 2020

 

 

La Ñapa:

 

Les dedico esta columna como un pequeño y simbólico homenaje a estos paisanos y compatriotas que murieron víctimas del odio y la arbitrariedad policial:

Julieth Ramírez, de 18 años

Cristian Camilo Hernández, de 26

Jaider Fonseca, de 17 años

Germán Puentes, de 25

Andrés Rodríguez, de 23

Angie Paola Vaquero, de 19

María del Carmen Viuvche, de 40;

Jesús Arias, de 17;

Cristian Hurtado, de 27;

Stiven Mendoza, de 26, y

Julián Mauricio González, de 27

Javier Ordoñez, abogado de 42 años

martes, 25 de agosto de 2020

La doble W

“El ‘principio de la incongruencia’ según el cual las negaciones 
son más verdaderas y congruentes que las afirmaciones, 
representa lo que se puede definir como una paradoja” 
Giorgio Agamben 


En medio del thriller noticioso en que se ha convertido la investigación y juicio del expresidente Uribe, la revelación del Gonzalo Guillen a cerca de la participación del reconocido periodista Julio Sánchez Cristo en la manipulación de falsos testigos, se convirtió en un delgado hilo en la espesa madeja que enreda cada vez más al máximo líder del Centro Democrático.
 
Por cuenta de la revelación de los audios en poder de la Corte Suprema de Justicia, que forman parte de frondoso expediente delictivo del expresidente, el país se enteró de las conversaciones que sostuvo este periodista con Diego Cadena, el abogánster del expresidente en agosto de 2019. 

La noticia que, fue rapidamente sepultada por la hojarasca de los titulares noticiosos, no tendría nada particular, sino existiera de por medio el señalamiento que le hiciera Sánchez Cristo, en el mes de julio del año 2018, al senador Ivan Cepeda de estar visitando las cárceles para comprar testimonios -cómo consta en el siguiente audio (https://www.youtube.com/watch?v=4Z6KOcgg-qo)-, al mismo tiempo que la Corte Suprema lo exoneraba y llamaba a juicio al expresidente Uribe. Acusación que no deja de ser una sospechosa coincidencia y una demostración más de la dobles de este periodista cuando se trata de defender a los poderosos.

Con ocasión de estas revelaciones, el director de la doble W, justificó su conducta diciendole al abogado Miguel Angel del Río, quien lo requirío por estos hechos, que “con bandidos es que uno conoce otros puntos de vista”. Y agrego, con la sangre fría que lo caracteriza que, él no estaba acostumbrado a responder lo que llamó “rumores de pasillo” y mucho menos hablar sobre el manejo de sus fuentes.

La justificación de Sánchez Cristo no es ninguna novedad en el ejercicio periodístico, acostumbrados como están a traspasar la delgada línea que separa la legalidad y de la ilegalidad para acercarse a las fuentes y mantener la consagrada “reserva” de las mismas. 

En la historia del periodismo investigativo son muy alesionadores los hechos que condujeron a Truman Capote a escribir su novela iconica “A Sangre Fria”. Basando en documentos policiales, entrevistas y testimonios de los criminales implicados, logró reconstruir la crónica del horrible crimen de una familia estadounidense, ocurrida en 1959 en la pequeña localidad de Holcomb, Kansas, para transformarla en una magistral novela policiaca que dio origen al género de la “non fiction”. 

Sin embargo, a lo largo de este proceso investigativo, que duró más de 5 años, Truman Capote no solo mantuvo el rigor característico del periodismo investigativo sino que jamás se brinco los protocolos judiciales que separa al buen periodismo de la manipulación y complicidad con los criminales. 

En Colombia, a diferencia del periodismo serio y responsable, muchos comunicadores se cruzan la línea roja y actuan en complicidad con los abusos de poder, secuestrando las posibilidades de democratizar la información y contribuyendo a crear un clima de relajamiento moral y de degradación cultural.

Tal como lo dijera Jesús Martín Barbero, en Colombia asistimos hoy a una gran paradoja donde la explosión de medios de comunicación ocurre al mismo tiempo que el país permanece secuestrado e incomunicado.

Por lo menos tres razones explican esta paradoja comunicativa. La primera tiene que ver con el “embrujo comunicativo”, porque al mismo tiempo que contamos con la más grande opulencia de información, disponible en las miles de redes informativas, asistimos al ocaso de lo público. La creciente pérdida de credibilidad de las instituciones públicas, por los escándalos de corrupción y felonía que envuelven a los partidos políticos, al Congreso, a la Fiscalia, a la iglesia, y las Fuerzas Armadas, es la expresión del profundo malestar de los ciudadanos con la cultura política. 

La crisis de los valores e imaginarios sobre los cuales se cimentó la democracia moderna ha terminado por minar la “confianza pública”. Y la abundancia de instrumentos tecnológicos y medios de comunicación, no logra recomponer la deshilachada moral pública. Más aún cuando la ética que pregonan estos medios es la del mero interés comercial y de la racionalidad individual que disocia y polariza la sociedad en dos bandos opuestos: la de los conectados e integrados a la ilimitada oferta de bienes y saberes y la de los excluidos o marginados no solo del disfrute de los bienes públicos y sociales sino también del acceso a la información requerida para participar y decidir como ciudadanos.

El embrujo comunicativo es también un embrujo autoritario, en la medida que las parrillas informativas son cada vez más excluyentes de las disidencias o de las opiniones que le son adversas. Tal como se lo dijeran al abogado Miguel del Rio, el séquito de periodistas que acompañan a Julio Sanchez en la doble W, “nosotros acá tenemos la ‘libertad absoluta’ para entrevistar y obtener testimonios de quién se nos antoje” (sic!).

La segunda razón cultural tiene que ver con el desencanto de la política y la crisis de la escuela. El desencanto de la política nunca ha sido tan fuerte en nuestro país como ahora. Un escepticismo que se expreso en las lánguidas respuestas los simpatizantes del Centro Democrático a los desesperados llamados de su dirigencia a movilizarse en favor del expresidente Uribe o, del otro lado de la orilla, en el poquísimo eco que tuvo el llamado a la desobediencia civil hecho por el senador Gustavo Petro.

Un desencanto que nace no solo del desprestigio de los partidos políticos sino también de la precariedad de los discursos informativos, incapaces de contribuir a formar una conciencia colectiva sobre lo público, una verdadera cultura política.

La tremenda disgregación de lo público que estamos viviendo en Colombia tiene que ver directamente con la ausencia de una cultura política democrática, reflexiva y secular, cuyas bases se afincan en los procesos de socialización de la escuela y, hoy cada vez con más fuerza, en las interacciones mediáticas y comunicativas. Sin embargo, en la medida que los comunicadores, secuestrados como están por sórdidos intereses mercantiles o por la banalidad, carecen de los atributos morales necesarios para desarrollar una conciencia moral reflexiva y autónoma. 

Por el contrario, lo que circula por los medios de comunicación y las redes sociales es, en su gran mayoría, un mosaico de clientelas particulares que se forman para fomentar intereses procaces.

Tampoco la escuela está cumpliendo su papel de formador de la conciencia moral crítica, permeada como está por intereses corporativos y con una gran precariedad de recursos y contenidos, es incapaz de lograr lo que Gramsci denominaba: “una reforma moral y cultural que permita generar una conciencia colectiva de las clases populares donde los jóvenes puedan formarse una conciencia crítica de la sociedad y de sus formas de vida” (Gramsci, 1929).

La tercera razón crítica es la desintegración del horizonte socio-cultural común de los colombianos. Aun con la limitaciones e imperfecciones que tuvo la firma de los Acuerdos de Paz de La Habana, estos encarnaron el anhelo y la esperanza de la mayoría de los colombianos de salir de la confrontación armada y lograr la construcción de una paz estable y duradera.

Sin embargo, el desconocimiento de los Acuerdos por parte del gobierno del presidente Duque y la sistemática violación del derecho a la vida que está ocurriendo en nuestro país, con el asesinato de más de 500 líderes y lideresas sociales y el retorno de las masacres, oscurese el horizonte de la paz y llena de desesperanza a los colombianos. 

En lo que va corrido de este año y en medio del confinamiento impuesto por la pandemia, la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha documentado 33 masacres y tiene en estudio otras 7, sin contar las masacres ocurridas en esta semana. Esto ocurre a pesar de las Alertas Tempranas emitidas por la Defensoría del Pueblo, las cuáles no han sido acatadas por el este gobierno, aumentando el clima de zozobra y miedo.

La idea de un horizonte común, aún en medio de las diferencias, se desintegra cada vez más. Con el ambiente de polarización, el linchamiento moral que el expresidente Uribe ha hecho de los magistrados de la Corte Suprema y los reiterados llamados de los conspicuos dirigentes del partido de gobierno a reformar la Constitución Política para evitar el juzgamiento de su líder, la conciencia moral de los colombianos se ensombrece cada día más.

Nada más alejado de estos ideales de la democracia y de la racionalidad moderna que los intentos de imponer la arbitrariedad y una suerte de “justicia hecha a la medida” para exonerar al expresidente Uribe de sus delitos y ocultar los crímenes de lesa humanidad por los cuales ha está sido llamado a un nuevo juicio.

Junto con la escuela, los medios de comunicación deberían estar trabajando en pro de una mayor democratización de la información para que los ciudadanos se formen un criterio propio y puedan expresar su opinión libre y soberana, como es la regla general en los regímenes democráticos y, particularmente, en las modernas democracias digitales o “e-democracy”.

En este sentido, lo ocurrido con la doble W se constituye, por lo contrario, en una demostración de cómo un poderoso medio de comunicación se puede poner al servicio de los más sórdidos intereses usando la información de fuentes reservadas para canjear favores que tienen como precio el sacrificio de la verdad y la fragmentación de la cultura política de un país como Colombia.

Por estas razones, la comunicación se ha transformado en el espejo trizado de la más diversa trama de intereses mercantiles que impiden la formación de imaginarios comunes y proyectos colectivos de nación.

Luis Alfredo Muñoz Wilches, agosto 24 de 2020

La Ñapa 1: En las últimas 24 horas ocurrieron 3 masacres con el saldo trágico de 17 personas asesinadas, en su gran mayoría jóvenes como Bairon Patiño, Brayan Cuaran, Daniel Vargas, Elián Benavides, Jhoan Sebastián Quintero, Laura Mishel Riascos, Oscar Andrés Obando y Rubén Darío Ibarra, en Samaniego, Cauca; y Álvaro José Caicedo, Luis Fernando Montaño, Josmar Jean Paul, Leider Cárdenas Hurtado y Jair Andrés Cortés, en el Valle del Cauca.

La Ñapa 2: Nada más patético para la soberanía del Estado que ver al Presidente Duque levantado el brazo en señal de triunfo cuando era abucheado por las madres víctimas de Samaniego. ¿Será su forma de celebrar la muerte de los “jóvenes Far”?


lunes, 17 de agosto de 2020

Un día después de mañana: con el COVID-19 habrá cambios profundos en nuestras vidas

Fernando Puerto *

Con el Covid-19 y el miedo a la muerte en Colombia, al igual que en el mundo, se han acelerado los cambios en los estilos de vida, la formas del trabajo, la distribución y el consumo bienes y servicios Un cambio cultural profundo de secularización del sentido de la muerte. La economía se deteriora con efectos devastadores, especialmente para algunos sectores económicos, el empleo y las finanzas públicas. Lo cual forzara inevitablemente a redefinir el papel de estado, su relación con los ciudadanos y el papel de las grandes corporaciones, entre otros grandes cambios. 

En Colombia el gobierno Nacional ha expedido más de mil decretos para hacer frente a los efectos de la pandemia, sin el consenso social y un adecuado control político. Sobre estas preocupaciones, me propongo hacer las siguientes reflexiones:

Todos los humanos estamos en riesgo de ser contagiados por Covid el-19, pero no con la misma probabilidad.  

En Colombia, como en todos los países del mundo, la enfermedad tiene una incidencia en la población, diferenciada por el nivel de ingresos, los lugares de residencia y el tipo de ocupación. La mayor carga de esta enfermedad lo sufren los trabajadores llamados “esenciales”, como los denomina las normas expedidas. Y quienes son ellos? Son las personas que garantizan la producción, distribución y abastecimiento de los bienes y servicios fundamentales para la sostenibilidad de la vida. Ello son los más expuestos para que los grupos de ingresos más altos, con empleo permanente, permanezcan y desarrollen sus actividades en casa. Un ejemplo de ellos es un cajero de un supermercado, que realiza un promedio de trescientas transacciones diarias con igual número de riesgos al contagio, usa transporte público y vive en una pequeña vivienda con sus familiares; los cuales están igualmente expuestos al riesgo. Además, estos trabajadores “esenciales” cuentan con servicios de salud de muy baja calidad.

El COVID-19, por su naturaleza biológica, no diferencia a quien contamina, pero la exposición al riesgo es diferenciada y el confinamiento para estos grupos sociales se constituye en un mayor riesgo. Por supuesto las medidas de control sanitario tiene efectos económicos y sociopolíticos  diferenciados: lo cual está configurando una estructura social más segmentada e inequitativa, que requiere nuevas políticas públicas para mitigar estos efectos, aún con un contexto de fuertes restricciones de recursos públicos.

Con el deterioro ambiental,  las pandemia serán permanentes. 

La eficiencia en el uso de los recursos públicos no hará la diferencia entre democracia y autoritarismo. Los países sostenibles serán aquellos que combinen una mayor concentración de capacidades técnico-científicas en la producción de las cadenas de valor basadas en el conocimiento, con sistemas políticos que generen mayor valor social, sostenibilidad ambiental y un uso más eficiente del agua. Algunos países cuentan con sistemas políticos ordenados por reglas democráticas y otros tienen sistemas políticos autoritarios; sin embargo, ambos cuentan con un sentido profundo del interés nacional y actúan con horizontes de largo plazo. Este tipo de países están demostrando mayor capacidad en el control de la pandemia y en las respuestas de mitigación a sus efectos económicos y sociales. 

Por el contrario, la precariedad institucional de países como Colombia, se expresa en la mayor carga de responsabilidad de los ciudadanos en el control de la pandemia.  Hasta al 10 de agosto se han realizado, aproximadamente, 2500 pruebas por cada 100 mil habitantes y tan solo 12 pruebas por cada caso identificado. Un número de pruebas muy bajo para poder desarrollar una estrategia de identificación temprana de casos y para controlar, de forma efectiva, el ritmo de expansión de la pandemia. A lo anterior se añade la limitada capacidad de respuesta para mitigar los efectos en la economía. 

Antes de la pandemia, el mundo tenía convulsiones económicas con efectos en el orden político, al interior de cada país. 

En el mundo actual, los ciclos económicos son cada vez más cortos y vienen acompañados de mayores turbulencias, expresadas en el creciente malestar social por el deterioro del bienestar y el progreso de los ciudadanos, que son el fundamento del proyecto liberal y sus principios democráticos. Como resultado de esa situación, el resurgimiento de los populismos de derecha e izquierda, está copando el mapa político global. 

La pandemia, con el miedo real y la cercanía de la muerte, ha facilitado el camino a derivas autoritarias de los gobernantes nacionales y sub nacionales. El nacionalismo brota como un “virus ideológico” que alimenta el miedo y la incertidumbre de las clases medias, dando lugar al surgimiento de expresiones políticas más autoritarias. 

En Colombia, ya en el mes de febrero la economía daba señales de tener fiebre. La tasa de desempleo en ese mes fue del 12.2% y vino acompañada de una baja en las calificadoras de riesgo de nuestra economía. En junio,está tasa llego a 19.8% y una disminución de 10 puntos en la tasa de participación en el mercado laboral. En el país,  aún antes de la cuarentena, había mucho malestar social y los indicadores económicos mostraban un panorama desalentador. Sí bién es cierto que, la cuarentena adormeció la protesta social y mejoró la imagen del presidente,  han sido los gobernantes locales los que han tenido que afrontarla.

La pandemia está conduciendo a muchos países a un modelo sociopolítico de “gran hermano”.  

En el mundo, muchas de medidas que se han tomado para enfrentar la pandemia, contienen un recorte de las libertades individuales y una segmentación más profunda de la sociedad, como lo describen los relatos de Ray Bradbury. La eficacia de las autoridades en el control de la pandemia, en los países de oriente, ha sido soportada en las tecnologías de la web.  Con el uso de móviles y cámaras de televisión  se identifican las personas y su exposición al riesgo, según variables socio demográficas, tipos de ocupación, lugar de residencia, antecedentes médicos, preferencias y hábitos de vida, entre otras. El control de la expansión del Covid-19, para evitar el contagio y cuidar la salud de los ciudadanos, se ha convertido en una razón de estado para ejercer control de las libertades de los ciudadanos. 

La iniciativa de algunos gobernantes locales de expedir “pasaportes sanitarios” es un primer paso a el camino de segmentar la población, entre quienes puede salir y hacer actividades productivas y quienes deben estar confinados, entre quienes están sanos y quienes están enfermos. Es el efecto políticamente perverso de este tipo de medidas. Como en las novelas distópicas, tendremos una población que disfrutará del aire limpio y espacios abiertos y otro grupo recluido en los submundos precarios de la miseria.

Entre países y al interior de ellos, las diferencias se agudizaran. La cuarta revolución industrial marcará un nuevo orden económico internacional que profundizará las brechas.  En Colombia, las tradicionales diferencias entre la educación privada y la pública aumentaran, con el consiguiente efecto preverso en el desempeño futur de las personas.  Las instituciones privadas de educación escolar cuentan con plataformas robustas, contenidos digitales y educadores formados en competencias pedagógicas digitales. Por el contrario, en las instituciones de educación pública la infraestructura digital es practicamente inexistente, la conectividad precaria y con fuertes limitaciones de dispositivos electrónicos por parte de los alumnos. Igualmente, las limitaciones de los docentes en pedagogías digitales es manifiesta. Pueden ustedes imaginarse, cuál será el efecto en brechas de calidad en la educación pública con todo el año 2020 en cuarentena? 

“Sobrevivir se convertirá en algo absoluto” dice Byung-Chul Han. 

Es todo lo contrario. El absoluto es que no llegue la muerte. Todos estamos expuesto al riesgo.  

La naturaleza humana está atrapada en una paradoja profunda: las personas  somos naturaleza o cultura?  

Con el Covid-19 esta paradoja se transforma, el discurso cientificista se impone para conservar nuestra pertenecía a la naturaleza. Somos seres duales. Los principios de la naturaleza afloran en muchas de nuestras conductas. Frente a muchas situaciones el instinto animal orienta la conducta humana. Otros comportamientos animales son reprimidos socialmente y su resultado es la cultura. Freud lo denominó “represión a la pulsión” en la construcción del superyó o autonomía del yo. Estas contradicciones y su solución construyen la cultura y por supuesto un orden político en donde la razón prima y los valores de libertad serán restringidos a cambio de la seguridad de sobrevivir  y pertenecer a un colectivo social. Es el precio por la vida. 

El discurso de las ciencias sociales está centrada en negar la paradoja. Aunque vale la pena releer a Claude Lévi-Strauss en ese capítulo maravilloso de “Naturaleza y Cultura” en Las estructuras elementales del parentesco. O a Foucault en las Palabras y las Cosas. El hombre se debe y pertenece a la biología: sus comportamientos esenciales los explica mejor la etología que la psicología. La comunicación e información se ha constituido en lo esencial, la conectividad se ha constituido en la herramienta de un nuevo orden de relacionamiento, acceso al conocimiento y estructuración de un nuevo orden biopolítico. El intercambio otorga un lugar central al homus económicus en el nuevo orden. Esto dará libertad a la pulsión del depredador, donde el interés individual se impone sobre el interés general. Aún si hablamos hoy de las economías colaborativas en el uso de las herramientas de la informática, la paradoja seguirá siendo la mayor concentración del ingreso mundial en unas pocas corporaciones.

Los efectos de la pandemia construyen un nuevo orden en la representación de la muerte y va transformar las formas de religiosidad.  

Habrá una desconstrucción del mundo religioso, en el cual la vida pertenece a una fuerza superior que dispone de ella y también de la dimensión sagrada de la muerte. Desaparecerá  el  ritual universal de transición del cuerpo a la vida eterna o al lugar donde habitan los Dioses. Con la pandemia, la muerte se explica con argumentos científicos. La secularización de la muerte hace camino por dos vías: los discursos médicos sobre el riesgo, los padecimientos, la muerte y la disposición aséptica del cuerpo como un objeto material que hay que eliminar con urgencia, sin ritual de transición.

Los pueblos indígenas de la Amazonía, están padeciendo los efectos de la pandemia, transformando sus cosmogonías y su relación mágica con la muerte y la fuerza de los espíritus. A ellos también les ha llegado el discurso cientificista de la prevención, la contaminación, el tratamiento, la muerte y disposición rápida y secular del muerto. 

Habrá un nuevo orden internacional y una tensión entre nacionalismo y globalización. 

Las tensiones entre China y Estados Unidos aumentaran y escalaran a un escenario de  guerra comercial y geopolítica. Europa y las economías emergentes protegerán sus economías nacionales y habrá relocalización de industrias esenciales para los cuidados de la salud.  Será el fin de la prolongada crisis de acuerdos de Breton- Woods. El sistema de Naciones Unidas perderá protagonismo y se correrá el velo de su carácter inútil y de la nomenclatura al servicio de sí misma. Para hacer posible un mundo sostenible se necesitara de un nuevo orden internacional. Las instituciones económicas consolidaran su protagonismo. El Fondo Monetario Internacional que hoy modela con su ayuda el destino de algunos países en occidente y la China tendrá cada vez mayor influencia a través del Banco Asiático de Inversión en Asia y África. 

Con el Covid-19, las plataformas digitales consolidan su control de los intercambios económicos  capturando sin pudor una porción cada vez mayor de la renta mundial. Las grandes firmas profundizaran su cambio tecnológico mediante la robotización y uso de la inteligencia artificial. Y todo lo anterior tendrá sus efectos en una mayor concentración del ingreso a nivel mundial y al interior de los países. En el mundo de trabajo se producirán cambios en las estructuras ocupacionales, se profundizara la precarización laboral en los sectores con rezagos tecnológicos y tendrá efectos en la segmentación (más profunda) en las rentas de trabajo entre quienes cuentan con mayores competencias basadas en conocimientos técnico científicos y quienes tienen bajos niveles de estudio.

Habrá una relación más estrecha entre gobiernos y las grandes corporaciones. Todo lo anterior en un mundo con sistemas políticos más autoritarios y con limitaciones de las libertadas. La tecnología será el medio de control, los espacios ciudadanos de interacción serán limitados, el mundo de la información estará a disposición de los gobernantes y de las grandes corporaciones quienes modelaran los compartimientos y conductas de los ciudadanos.

* Columnista invitado

domingo, 9 de agosto de 2020

Posdata del Indio Rómulo


 Respeto a mi ancestros pido

Justicia a mi casta espero

Más de esa que no se ensaña

Y nos muerde como un perro

Rómulo A. Mora Sáenz

Para: ivanduquemarquez@presidencia.gov.co

De: romuloamorasanez@elcielo.com


Excelentísimo señor presidente Duque!

Abandonar mi terruño en medio de esta pandemia ha sido una expiriencia muy dolorosa pa’  un artista popular como yo, que dedicó su vida a sembrar una semillita de esperanza en el surco de dolores de mi patria, pa’cosechar la paz en Colombia. Y tener que hacerlo, sin el abrazo y la despedida de mi mujer, mis críos y la prole que me acompañó, a lo largo de mis 50 años de actividad artística, es algo realmente triste.

Cuando salí de mi ranchito, íngrimo solo, pa’jirme a la clínica Colombia, en el occidente de Bogotá, donde pasé mis últimos días en la tierrita, lo pensé mucho a sumercedcita. A yo me había confinao su señoría, por mi avanzada edad, a aguantar el aislamiento pa’evitar el riesgo del contagio. Pero, endespués cuando decidió aflojarnos las amarras, disque pa’reactivar la economía; yo aproveche pa’ salirme porque ya no me aguantaba más con ese saceño adentro. Y ahí fue de seguro que se pegó ese horrible moco! 

En los días siguientes me comenzó una calentura y una carraspiadera, de esas que lo atacan a uno cuando se pega una picada con un ají bien chivato, de esos que se cultivan en las tierras de Boyacá. Y ahí mesmo fue, mi virgencita de Monguí, que se me quitó el apeto y nisiquera me provocaba jartarme un platao de cocido boyaco. Luego, la cosa se puso pior cuando me dió esa axfisia que no lo deja a uno ni resollar. Endentoces fue que me trujeron pa’la clinica pa’hacerme la prueba esa con nombre de canal de televisión, la RT-PCR, y luego a esperar el resultado. Cuando arrimaron con el positivo yo ya taba en la mera tembladera pero la noticia me dejo blanco como un vencejo. Y ahí mesmo yo me puse a empacar mi ruanita, mis alpargatas, mi bordón, mi sombrero, y me vine derechito pa´las urgiencias. 

Créame sumecé que, esa experiencia de pasar por las urgiencias de un EPS del sistema de salud de mi país, en medio de montón de covids, no se la deseo a naiden. Allí, yo me sientí como el indiecito ese del cuadro de San Nicolas de Tolentino que está en la iglesia del pueblo de Combita, Boyacá. Esperando que una mano misericordiosa lo ayude a salir de la paila ardiente de ese purgatorio.

Verá vusted, su excelencia, pa’mi es muy dijicil escribirle este correo. Aturdido como se encuentra sumercé, por el tiestazo que la Corte Suprema le zampó a “my president Uribe”. Y más encima, yo dándole lora con toiticas estas jodas sobre la vida, el orgullo y el coraje de las gentes de mi pueblo. Pero páreme bien la oreja, que le quero espipitiar tuesto que treigo aquí metío en la mollera, pero es que se me salen estas jodas como si fueran cosas de mi taita y mi mama. 

Nací indio como mis taitas y abuelos que también indios naceron. Descendientes de los samoes, tribu aguerrida y noble que tenía la tierrita, la labranza y el oro. Pero cuando llegaron los españoles con la espada y la cruz, ellos se quedaron con tierra, las labranzas y el oro, y nosotros con la cruz y la fe.

Asina fue que nos hicieron sus vasallos. Levantaron toiticas esas hacendas, con sus cercados de piedra y sus templos. Y endespues, los curitas franciscanos tundieron a palo a mis ancestros pa’construir la catedral. Jueron ellos mesmos que le pidieron al rey de España, don Jelipe Segundo, que le ficiera un regalo a las gentes de Monguí. Quesque por su tezón y sujrimiento. Pero por esas jodas de la historia colonial, el cuadro del glorioso San Martin que taba destinao a mi pueblo, se truncó con el cuadro de la Sagrada Familia, que le habían ofrecido al cacique soberano de Sogamoso. Y fue asina como la imagen de Nuestra Señora del Rosario vino a toparse en la catedral, pa’convertirse en la “virgencita de Monguí”. Según decen los historiadores de la colonia, ella le dijo a San Martin: “Tu que eres un militar y puedes dominar a esos hijos del Sol, que son medio belicosos, quédate con ellos para que puedas hacerlos hincar sus rodillas ante dios, y yo, que soy una virgen, me quedo con estos indios de Monguí que son mansos y sumisos”

Asina jue, su señoría, que por las güeltas que da la vida yo me hice artista. Mi tio Adán, el cura párroco de Monguí, y mi mama, anhelaban verme vestido de jaldas, pero lo mio no era el sacerdocio. ¡Ni de fundas!, pa’eso hay que tener mucho espíritu de castidad. Yo en cambio -al igual que supersona- tengo espíritu jiestero y soy muy güeno pa’l tiatro. Recuerdo que cuando ya me echaba la conversa, comencé a recitar los poemas costumbristas que me enseñó mi tio. Yo me los aprendía de memoria y los recitaba en toitos los lugares andonde el curita me llevaba. 

Endentonces tampoco, como jaora, se reconocía el trabajo de los artistas. Yo era un poco acomodao, pero me tocaba llegar de la escuela a coser los cueros pa’ganarme unos centavos. En esa época no existía la televisión y ni siquera la radio había llegado al pueblo. Toda nuestra cultura se tejía en la labranza y las conversas de los mayores que se jacian en las casas coloniales de Monguí, alrededor de los ojicios y en las tiendas a donde se iban a jartar la paga.

Así fue que, con ese bicho del tiatro por dentro y el apoyo de mis taitas y mi tio Adán, me fui pa’la capital. Ya en Bogotá, con la ayuda de los curitas Salesianos y luego en la academia “Coranchachá”, del maestro Alvaro Angel Forero, aprendí las artes escénicas y me convertí en todo un artista. Endentonces jue cuando mi paisano, el generalísimo Rojas Pinilla, inaguró la tele en Colombia y me invitó jacer parte d’ella. Ahi jue cuando yo, de la mano del doctor Alvaro, me puse por primera vez enfrente a las cámaras, haciendo un programa que más luego vino a llamarse: las “Romerias del Indio Rómulo”. 

Créame, su mercedcito, que an yo, me llegó a gustar tanto el espectáculo como a vusté. Por ese programa, desjilaron muchísimos personajes de la jarándula nacional. Me recuerdo de artístas tan colombianos como Raquel Ercole, Carlos Julio Ramírez, Berenice Chaves, el trío Martino y “Los Tolimenses”, que de seguro, su señoría no ha oído ni hablar. Yo se que a supersona le gusta más el género de la comedia electoral que practica en compañía de los ñeñes y los ñoños de su partido. Y por ellos está horitica más envainao que gallina criando patos. 

¡Ahí, mi Virgencita de Monguí, quen lo manda meterse en semejante berenjenal!. Con toiticos esos buitres que pariecen más salidos de un centro demoniaco, revolotiando por los salones de Palacio y vusted tan bisoño anda como gallina saraviada sin poder chistar ni pio. 

Endentonces, a yo me vinieron a buscar mis paisanos pa’proponerme que me juera de alcaide de Monguí. Yo, al comienzo les dije que no, porque yo soy negao pa’eso de “prometer y pro-meter y an después no cumplir lo prometido”. Pero con este apellido de patrón y con mi cara de bandolero, me fui pa’Monguí a llevar la luz a mi pueblo y por eso me nombraron alcaide honorario de otros tres municipios de Boyacá. 

Cumplí honrosamente con mis compromisos en las cantinas, en las canchas del “turmequé”, en las parrillas de la radio y en los despachos gubernamentales, a donde tuve que ir muchas veces a suplicar javores pa’mi pueblo. 

De esos ajanes, recuerdo con mucho cariño que pa’celebrar la llegada de la luz al pueblo, la gente de Monguí se inventó una ceremonia pa’entierrar todas las velas que daban lumbre a las casas. Más luego de entierralas, en el patio del convento de los curas franciscanos, tuvimos que ir corriendito a sacarlas, cuando endespués de encender las luces, con cuetes en cada esquina, el pueblo quedó a oscuras. Y yo dije pa´mis adentros: ¡Q vaina tan jedionda! ¡Tanta modernidad y tanto progreso pa’seguir a oscuras! 

Endespues, tando yo de alcaide vino Monseñor J.J. Salcedo Guarín, el Quijote de los medios, a invitarme a yo a acompañarlo, como su Sancho Panza, en la aventura más hermosa de la radio en Colombia. Una aventura hermosa, porque se trataba de dar batalla contra la ignorancia y por una vida más digna pa´los campesinos colombianos. Asina jue que con su red de emisoras, la misión de la Acción Cultural Popular -ACPO- logró una verdadera revolución cultural, integrando la tecnología más moderna de la época -que taba en la radio Sutatenza- con los procesos educativos y la acción cultural pa’transformar la vida y las actividades productivas y sociales de las gentes del campo. Una revolución cultural que permitió abrirles las puertas del progreso y a la modernidad, usando las llaves de la lectura y la escritura y las medianias culturales. 

La lectura nos trujo la clave pa´transjormar nuestra cultura oral y proviniana en una cultura nacional y popular, que permitió a los campesinos reconocerse como sujetos de la historia del país. Se rompió el muro de la ignorancia desatando ese pasado donde nuestros ancestros cultivaron la confianza, el coraje, el humor, la honradez y el amor por la tierrita.

Sin embargo, las semillitas de etas tradiciones no encontraron un campo fértil pa’ cosechar los beneficios del progrieso. En este surco de dolores, la jalsa tradición nos nega la propiedad de nuestras tierras, el engaño de los políticos y la violencia de los gamonales y forajidos, que nos siguen jodiendo nuestros derechos. Y toito el fruto del sudor de nuestros campesinos se va derechito a engordar los bolsillos de los patrones y gamonales.

Yo continué, con mis cánticos jodiendole la vida a señores ojendosos que sin concencia se pasean, muy enjiestados en sus jincas, disponiendo de los medios, el poder y el dinero de toitos los colombianos, criéndose los verdaderos dueños del país disque por que tenen la plata pa’comprar al que sea. 

Mentras los pobres y honraos campesinos, indios, artistas, empleados, pequeños empresarios y trabajadores del campo y la ciudad, la pasan con mucho sujrimiento. Y, horitica mesmo, están pagando con la vida de miles de personas, este tramposo retorno a una jormalidad que no es pa’todos como dijen los dotores. 

Yo ya toy cansao de tantas mentiras y tanta mierda que nos ofrecen. 

¡Señor presidente! ¿Po' qué su jobierno no quere adotar la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos Campesinos? ¿Po' qué la señora Canciller no reconoce el derecho de más de 11 millones de campesinos que con su arado y su junta de bueyes nos dan el pan a toiticos los colombianos? ¿No cree, su señoría, que los campesinos, mujeres y hombres, tenemos los mesmos derechos que toitos los colombianos? ¿Acaso, las mujeres, jóvenes, líderes y lideresas no tenen derecho a vivir tranquilos sintar acosaos, desplazaos, perseguios, detenios y asesinaos por defender sus derechos? ¿Po' qué, su jobierno no cumple el Acuerdo de Paz, firmado con las JARC, y se hace el morrongo con la reforma agraria pa’entregarle la tierrita al campesino que’lai trabaja? ¿Po' qué, no queren que los campesinos cultiven sus semillas y dejiendan su agricultura campesina? ¿Po' qué, señor presidente, se le negan el crédito pa' tener recursos pa’ mejorar sus cultivos y tener más centavitos pa' sus jamilias? Y ¿por qué, los campesinos no teneimos el derecho a la injormación y tamos condenaos a vivir en la ignorancia? ¿Po' que no podiemos usar la interne horitica que nuestros críos se quedaron sin escuela? 

¿On’tan, señor presidente, los mercaos que vusted les ofreció a los millones de colombianos que se han quedado sin trabajo, sin pan, sin escuela, si techo y sin abrigo, en esta pandemia?.

¿On‘tan las ayudas que vusted le prometió a los artistas y trabajadores de la cultura con su cantaleta de la economía naranja? Po' que, de las naranjas solo se topan con la mera cáscara y tanta bazofia! ¿No mira supersona a los miles de músicos, serenateros y artistas, que toiticos estos días andan como judios errantes  por las calles de las ciudades colombianas buscando la “liguita” pa’ calmar la se de esta pandemia? 

¿On’tan los siete enanitos del cuento naranja ese de sumercé, con'que iva a apoyar a los artistas y gestores culturales? ¿On'ta la injormación que nos saque de la ignorancia y nos permita la conocencia dentre nosotros los campesinos, indígenas, negros, mulatos, raizales, palenques, gitanos, mestizos y toditas esas razas que forman la Colombia diversa? ¿Po' que la información noticiosa y recreativa está concentrada en las poquitas manos y los dotores esos, tan ojendosos, dueños de los medios de comunicación, no dejan arrimar pu'allá los artístas populares como yo.

¿On’quedaron los apoyos a las casas de la cultura, a las salas de tiatro, a las salas de títeres, a las salas de cine, a los grupos artísticos y culturales? ¿A dónde jueron a parar los recursos que se venían destinando pa’l funcionamiento de las escuelas de artes y oficios?

¿Por qué, el Ministerio de Cultura en su gobierno dejó de apoyar el mantenimiento de las Casas de la Cultura, que son el único espacio pa’l desarrollo de las actividades culturales en la mayoría de los municipios del país?

¿On’tan los recursos pa’poyar las artes y oficios populares? 

¿On’tan los apoyos a las tan cacareadas industrias creativas, a la innovación y a la gestión cultural? 

¿Po' qué la música folclórica, la poesía costumbrista, las danzas y las expresiones artísticas de la cultura campesina y popular no figuran en la economía naranja, ni tener apoyos de inversión del Menesterio de la Cultura?

¿Po' qué la cultura oficial no reconoce a los artesanos y a los cultores populares, indígenas y campesinos, como artistas y creadores? 

Yo creigo que las profundas brechas que separan la cultura de nuestras élites de la cultura popular, son las mesmas grietas que separan la ciudad del campo, lo moderno de lo tradicional, y el arte y de las artesanías. 

Tan lejos estamos de lo dicho por el poeta Antonio Machado acerca de que “todo lo que sabemos y todo lo que creamos, lo sabemos y lo creamos entre todos”.

Por estas razones, señor presidente, yo creigo que lo que tenemos que hacer los artistas y trabajadores de la cultura es palpar muy bien esos muros culturales pa’encontrar las grietas, pa' irnos pu’el “desecho” pa’acortar camino y llegar toitos juntos al destino común, que no es otro que una Colombia creativa, próspera, incluyente y que aún en medio de las dijerencias pueda vivir en paz! 

 

La situación que vivimos la tenemos que cambiar,

que no se escuchen más llantos que se deje de matar

y abrazados como hermanos nos encontremos en paz

Desde Boyacá, la cuna que nos dió la libertad,

Emprendo mi vuelo altivo para llegar a la ciudad

Como lo hicieron mis viejos que nos dieron la libertad

La blanca paloma emblema, hoy el condor de la paz

Surca alegre las cordilleras para llegar hasta el Caguán

A pedirle a las guerrillas que no disparen más

Depongamos los odios y enterremos los fusiles para que cosechemos la paz

Es el grito de este indio que de rodillas implora 

Al ver mi Colombia desgarrada y con el corazón desangrándose.”

Poema por la Paz, del Indio Rómulo

 

 

Luis Alfredo Muñoz Wilches, 8 de agosto de 2020

 

Mi ñapa:

Quiero expresar mis agradecimientos a La Marujita, esa hermosa y valiente mujer de Monguí, que me inspiró contándome las anécdotas del “maestro” Rómulo, cómo ella lo llama. La conocí en enero de este año, cuando fuimos a caminar por el páramo de Oceta, ese hermoso lugar que alberga la ciudad más antigua del continente: la ciudad de piedra. Ella y sus hermosas hijas son custodias de esa reliquia de Boyacá.