Este domingo 26 de mayo de 2013
se hizo publico el acuerdo entre los delegados del Gobierno de Colombia y las
FARC-EP, relacionado con el primer punto de Agenda contenida en el “Acuerdo General para la terminación del
conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”.
Este hecho, considerado por algunas voces de la opinión pública nacional e internacional, como un hecho histórico,
constituye sin duda un acontecimiento político de grandes alcances para la paz
y la esperanza de los colombianos. Con la llegada a este puerto de las “Tres
Cimas”, el proceso de negociaciones entre el Gobierno Colombiano y la
insurgencia de las FARC, entra en una nueva dinámica marcada por tres factores
claves para la superación del conflicto armado colombiano.
En primer término, el anuncio del primer
acuerdo denominado “Hacia un nuevo campo
colombiano: Reforma Rural Integral”, abre las exclusas para la superación
del “problema agrario” colombiano, considerado
por muchos expertos como la “nuez” del conflicto. En efecto, las
profundas brechas sociales y económicas que segregan al campo colombiano, los
desequilibrios regionales, la inequidad, el despojo y el acaparamiento de la
propiedad rural, están en el origen del conflicto armado que ha predominado
en el mundo rural durante los últimos 50 años.
La terminación del conflicto
representa la oportunidad histórica para lograr las transformaciones sociales,
productivas e institucionales que se requieren para lograr una verdadera
reforma rural integral en Colombia. La agenda acordada en La Habana, incluye
temas tales como: la democratización del acceso a la propiedad rural; la
reconversión de las tierras improductivas; la formalización y protección de los
derechos de propiedad; la delimitación de la frontera agrícola y la protección
de las zonas de reserva campesina y forestal; la lucha contra la pobreza rural;
el estimulo a la producción, a la
economía solidaria y cooperativa, la asistencia técnica, el crédito y la
generación de ingresos; el acceso a los bienes y servicios sociales básicos; y
el apoyo a las políticas alimentarias y nutricionales. Para ello, el acuerdo prevee instrumentos tales como la creación de un Fondo de Tierras para la Paz; el
fortalecimiento de la jurisdicción agraria; la actualización y consolidación
del catastro rural; y el desarrollo de Programas de Desarrollo Rural Integral
con Enfoque Territorial –PDRIET-.
En segundo término, para una
opinión pública mayoritariamente escéptica sobre los resultados de las
negociaciones, el acuerdo le otorga un aire de credibilidad y confianza en que
se puede lograr un acuerdo definitivo para la terminación del conflicto. Aunque
sea un acuerdo parcial que no desata todos los nudos gordianos de la
negociación, por aquello de que “nada
está acordado hasta que todo esté acordado”; sin embargo, constituye un
avance significativo en la dirección correcta, en la cual gana el gobierno y
gana la insurgencia, al demostrar su voluntad sincera de lograr los
acuerdos definitivos.
Finalmente, el acuerdo se logra
en un momento crucial para las expectativas del proceso, despejando los
nubarrones –algunos reales y otros creados por los opositores al proceso de paz
con las FARC- que se habían posado en la cima del empinado proceso y que
impedían ver la llegada al “llanito”
de los acuerdos.
Por estas razones, el primer
acuerdo de los seis puntos de la Agenda, nos llega en el mejor momento y nos
devuelve la esperanza al dejar ver la “luz
al final del túnel”
Luis Alfredo Muñoz Wilches
Consultor Independiente
Miembro del Centro de Pensamiento
Estratégico para la Prosperidad y la Acción Social –CEPAS-
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