domingo, 14 de junio de 2020

¿La Nueva Normalidad o la metamorfosis de una pandemia?

“Cuando Gregor Samsa despertó una mañana de un sueño inquieto, 
se encontró en la cama convertido en un monstruoso insecto.”
La Metamorfosis de Kafka
Tras casi tres meses de confinamiento total, el mundo comienza a despertarse y se da cuenta -al igual que Gregor Samsa—de que se ha convertido en un mundo conmocionado. Ahora millones de personas de distintos lugares del planeta comienzan a retornar a lo que los diarios han llamado eufemísticamente “la nueva normalidad”.
Caminan por las calles en trajes que parecen escafandras -lo que antes era de uso exclusivo del personal médico y paramédico- y con el rostro cubierto por una mascarilla, como si se tratara de miles de “Anónimos”. Llevar el rostro cubierto ya no es una señal de ocultamiento como cualquier criminal, sino que es la posibilidad de sobrevivir en el simulacro de una guerra ante un enemigo invisible: el covid-19.
Un pequeñisimo virus ha puesto en jaque el funcionamiento de un mundo globalizado y posmoderno, y ha desnudado sus flaquezas, en materia de pobreza, desigualdad social, discriminación racial y sostenibilidad ambiental. 
En su informe anual de 2020 sobre las perspectivas del empleo, la Organización Internacional del Trabajo(OIT) prevé un aumento del desempleo que afectará a más de 200 millones de personas. Dicha cifra representa el incremento a más de 2 digitos en las tasas de desempleo en la mayoría de las economías del mundo, situación que no se había visto desde la crisis de los años 30 del siglo pasado
A esté “ejercito de reserva” se le suman los millones que han perdido sus fuentes de ingresos y han vuelto a la pobreza. De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial (2020), entre 40 y 60 millones de personas recaerán en la pobreza extrema este año, sumándose a los 740 millones de pobres que hoy se debaten entre el hambre, vida y la muerte. A estas dramáticas cifras de desigualdad en el mundo, se suman los miles de ciudadanos que deambulan por las calles de los países en desarrollo, implorando solidaridad y un mendrugo de pan para calmar el hambre y la rabia de los desterrados de la tierra
En estas circunstancias, el retorno a la normalidad es una invitación a volver atrás, cosa que no es posible pues han ocurrido transformaciones que han alterado la vida cotidiana por lo menos en tres aspectos: en primer lugar, la amenaza a nuestras vidas por el enemigo común e invisible, que ha convertido la muerte en el menú de cada día. En segundo lugar, gobiernos que tratan de ejercer su poder para “defendernos de ese enemigo común”, obligándonos a permanecer en casa y, ahora, distanciados y auto protegidos como condición para retornar a las actividades de la vida cotidiana. En tercer lugar, un mundo plano y ancho, donde las relaciones sociales han sido mediatizadas por una pantalla, y la vinculación a una infinidad de redes que amplían nuestros horizontes de conocimiento e información. 
En este sentido, volver atrás parece un imposible moral y un impedimento ético. Distintas voces de pensadores, filósofos y científicos coinciden en el reconocimiento de la fragilidad humana. El superhombre creado por el antropocentrismo es ahora una leve brizna amenazada por las alteraciones producidas por él mismo en su hogar planetario.
El Informe del Club de Roma (Meadows, 1972) hizo un predicamento sobre los “límites del crecimiento” donde mostraba que era insostenible un sistema de vida basado en el crecimiento del consumo y la extracción ilimitada de la naturaleza, la cual alcanzaría sus limites en los siguientes 100 años. Ahora, 50 años después el ritmo de expansión del consumo no solo ha continuado, sino que se le ha añadido una nueva y catastrófica presión: el calentamiento global. Este factor ha acelerado el deterioro de los principales ecosistemas, poniendo en riesgo la supervivencia de miles de especies incluida la humana.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre cambio climático (IPPC), de las Naciones Unidas, en su último Informe (2019) señaló que nos encontramos en el momento crucial para afrontar con éxito el mayor desafío de nuestro tiempo: limitar el calentamiento global. Abordar este reto requiere de cambios rápidos y de gran impacto tales como pasar al uso de energías limpias, y reducir los consumos superfluos y el desperdicio. 
El Covid 19 ha mostrado, además, de las profundas brechas económicas y sociales ya descritas, la debilidad en los sistemas de gobierno para enfrentar la emergencia sanitaria y mantener su estabilidad. 
El poderoso gobierno norteamericano ha fracasado en la atención de esta pandemia. Con más de dos millones de contagios y más de 114 mil muertos, su sistema de salud ha colapsado. Las escenas que ha visto el mundo de cientos de cadáveres en las calles y las fosas comunes hechas en el corazón de Manhattan son una manifestación de este fiasco. A esto se ha sumado la incontenible ira de la población negra, de las comunidades latinas y de la ciudadanía americana en general, contra la discriminación racial en los EEUU, lo que es un indicio de la implosión del gobierno americano. Los días del señor Trump parecen estar contados.
Igualmente, países como España, Italia y el Reino Unido que siguieron al pie de la letra las políticas neoliberales de privatización, están viviendo el colapso de sus sistemas de salud y protección social, obligando a sus gobiernos a poner en marcha ambiciosos programas de ayuda social que seguramente pasaran factura a sus finanzas. 
El gobierno colombiano, a diferencia de muchos países del mundo, ha resuelto poner en marcha apresuradamente las políticas de reapertura de su economía y de un solo salto emprender el camino del regreso a la “nueva normalidad”, sin haber superado los dos más graves peligros de la pandemia del covid-19: no conocer suficientemente su comportamiento y no disponer de instrumentos adecuados para enfrentarla.
La fatiga que se siente en la opinión pública con el incumplimiento de los reiterados anuncios del presidente Duque, que no se traducen en alivios concretos a las penurias de la mayoría de los colombianos se manifiestan en la caída de su credibilidad en las encuestas. Unido a lo anterior, el deterioro de la legitimidad de su gobierno por los crecientes escándalos de corrupción y narcotráfico, van a terminar por hundir en sus propios pies de barro el proyecto político del expresidente Uribe. 
De esta manera, la nueva normalidad se parece más a una nostalgia conservadora de defensa del estatus quo o a la añoranza de las elites capitalistas por volver a la pujanza del “capitalismo del desastre”, del que nos habla Naomi Klein.
Luis Alfredo Muñoz, junio de 2020

3 comentarios:

  1. Que buen analisis Alfredo...un virus pequeñisimo puso en jaque
    al mundo glovalizado👏

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  2. Es solo la punta del icberg, frente al deterioro de un mundo globalizado sin ética (mínimos en palabras de A. Cortina) ni esperanza de un mundo donde quepamos todos, si exclusiones.

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  3. Excelente análisis, detallado y completo.

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