El año 2016, la economía colombiana arranco con todas las expectativas a la
baja. En opinión de diferentes expertos y de acuerdo con los pronósticos de los
más prestigiosos oráculos económicos, el país crecerá a una tasa cercana al
2,5%. Solo en el inflado optimismo del ministro de Hacienda, el país seguirá
viajando en la primera clase de los países emergentes que crecen por encima del
3%. La destorcida de los precios del petróleo -que está semana cayeron por debajo
de la histórica barrera de los U$30 el barril-, que según todas las proyecciones
de los mercados energéticos mundiales se mantendrá hasta finales de la década,
comprometiendo seriamente las expectativas de un repunte en los ingresos petroleros
y la contracción de las finanzas gubernamentales. La desaceleración de la
locomotora china que hace su transito de una economía importadora de materias
primas a una economía de servicios que privilegia el crecimiento de su mercado
interno. La apreciación de la tasa de cambio que ya rompió el techo de los $3.000,
el consiguiente aumento del déficit en la balanza comercial y la caída en los
valores de las principales acciones de las compañías nacionales, y los desastrosos
efectos que está causando el cambio y la variabilidad climática, configuran lo
que algunos comentaristas económicos han llamado un annus horribilis para la economía colombiana.
No obstante, el desempeño de la economía colombiana –comparado con los
vecinos del barrio- seguirá siendo uno de los más destacados. Colombia se mueve
dentro de un panorama claroscuro de
fortalezas y debilidades. De una parte, el país ha logrado una estabilidad
macroeconómica sostenida, gracias a lo que el FMI llama una afortunada combinación
de buenas políticas, un marco institucional confiable, unos mecanismos de
regulación financiera sólidos y unas expectativas crecientes de superación del
conflicto interno y de afianzamiento de la paz. De otra parte, los factores que
frenan y ensombrecen el panorama económico continúan siendo la lenta
diversificación de su estructura productiva y las profundas brechas económicas
y sociales que hacen de Colombia uno de los países con los mayores niveles de
desigualdad en el mundo.
La bonanza de los precios internacionales de los commodities, que se mantuvo por espacio de varios años, no la
supimos aprovechar suficientemente. Si bien es cierto que una parte importante
de estos ingresos fiscales se gastaron en subsidios y transferencias directas a
los hogares más pobres, a través de programas gubernamentales como Familias en
Acción, con lo cual los índices de pobreza se redujeron considerablemente. Sin
embargo, las brechas entre los sectores urbano y rural, no solo se mantuvieron
sino que se profundizaron aún más, impidiendo la formación de una clase media
en el campo que, según las experiencias internacionales, constituye un factor dinamizador
del desarrollo rural. Igualmente, no logramos desarrollar un robusto sistema de
investigación, innovación y cambio tecnológico que hubiera permitido aumentar la
productividad y diversificar la estructura económica del país. A diferencia de países
vecinos como Ecuador y Perú que lograron unos adelantos significativos en la
provisión de sus infraestructuras productivas y de servicios, Colombia mantuvo
estancado su stock de capital fijo. Y solo ahora que se logro diseñar un ambicioso
programa de inversiones en infraestructura de carreteras y servicios (G4), el
gobierno se tropezó con la falta de recursos públicos para atenderlo.
Por estas razones, las expectativas de los sectores medios urbanos y
rurales que -a diferencia de la enceguecida opinión del fracasado exalcalde de
Bogotá- constituyen un factor de crecimiento del mercado interno, se
enrarecieron tremendamente ensombreciendo las perspectivas económicas del país.
La opinión pública recibió los anuncios del Gobierno de la venta de Isagen y la
reforma tributaria como una traición al país. Sirios y troyanos aprovecharon la
coyuntura para cobrarle al Presidente y a su ministro de Hacienda los desatinos
de tales anuncios.
En estos días escuche a un atribulado pasajero de Transmilenio decir que la
venta de Isagen era como “vender la nevera
para comprar el mercado”. La analogía me llamo poderosamente la atención por
su capacidad de resumir en una solo imagen la complicada operación financiera
que tuvo que hacer el gobierno del Presidente Santos para conseguir los
recursos que necesita el programa bandera del vicepresidente Lleras. Quien,
dicho sea de paso, se gano estas indulgencias con las avemarías ajenas.
Posdata:
Para estar a tono con los augurios y los pronósticos de comienzo de este
año bisiesto, me fui a mi tierrita y esto me digo el armadillo: enero pasara a
la historia como el mes más caliente y seco de últimos 50 años. En febrero descenderá
la popularidad del Presidente tanto como las cotas del río Magdalena y Cauca,
reduciendo su margen para hacer los anuncios de nuevas reformas. En marzo muchos
colombianos harán abstinencia de pescado porque el tradicional pescado seco de
la Semana Santa no estará al alcance de sus platos y tampoco se firmará el
anhelado acuerdo de fin del conflicto, porque los comandantes andarán muy atareados
cuadrando los frentes para la foto –o votos?- de la 10ª y última Conferencia de
las FARC. Se clausura con todo éxito el XV Festival Internacional de Teatro de
Bogotá. En abril llegaran las primeras lluvias que calmaran la sed de los
campesinos y arribaran las golondrinas con sus canticos invernales y se firmará
el Acuerdo de Paz. En mayo arrecian los aguaceros, el campo reverdece pero los
precios de los alimentos seguirán al alza y el Presidente reestructura su
gabinete ministerial el cual se llamara “Gabinete de Paz” y tendrá como una de
sus nuevas ministras estrellas a la excandidata Clara López. En junio, el Congreso
aprobará las facultades extraordinarias para la paz, después de sortear todos
los escollos que dejo el “fenómeno del
niño” Uribe, y el gobierno por fin podrá anunciar la convocatoria al
Plebiscito por la Paz. En el mes de julio comenzaran las campañas por el SI de
la paz y por el NO del uribismo, en medio de fuertes polémicas y nuevas
tensiones entre Uribe y Santos. En agosto, con la llegada de 3 nuevos huéspedes
a la Casa de Nariño se asegura el triunfo del plebiscito. En septiembre se
llevará a cabo el plebiscito por la paz, el cual será aprobado por estrecho
margen. Pasara raspando, pero los uribistas denunciaran un fraude. En octubre
termina la dejación de armas y con ello desaparecerán las FARC y nace un nuevo
partido político que tendrá aseguradas varias curules en el Congreso. En
noviembre se conforma la nueva bancada por la paz y se inician las primeras
intervenciones integrales en los 10 territorios de paz que serán declarados por
el gobierno. En diciembre se clausura el Congreso con un respaldo mayoritario
al Presidente y a las políticas de paz del Gobierno. Los primeros uribistas
comenzaran a realinearse entorno a la candidatura de German Lleras. Termina el
año mundial del catolicismo y se preparará la visita a Colombia del Papa
Francisco para el primer trimestre del 2017. Todo un año bisciesto!
Luis Alfredo Muñoz Wilches
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