“Papá si dios no existe, ¿quién hizo el mundo?
Tonto, … ¡al mundo lo hicimos los albañiles!”
Eduardo Galeano, Homenaje a la vida
Con motivo de la celebración del 1º de Mayo, el filósofo marxista argentino E. Dussel dio unas declaraciones a la cadena de televisión CNN, donde señaló que los Organismos Multilaterales están colocando a los trabajadores del mundo frente al dilema trágico de “la bolsa o la vida”.
Esta semana el mundo comenzó a contemplar la posibilidad del “des confinamiento” como la opción para enfrentar la crisis económica global que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI) constituye la peor recesión económica de los últimos 100 años que amenaza con destruir la globalización económica. A renglón seguido, el organismo multilateral advirtió que las restricciones impuestas por los Estados al movimiento de personas para trabajar y viajar están alterando las cadenas de suministros globales que manejan las multinacionales. Casi simultáneamente, otro organismo internacional como lo es el Banco Mundial, en su informe sobre La economía en tiempos del covid-19, señaló que este comportamiento de la gente de dejar de trabajar y consumir al mismo tiempo está provocando un shock de demanda, un shock financiero y un shock de oferta que hará colapsar el sistema económico mundial.
Por estas razones, estos organismos internacionales le han señalado a los gobiernos de las economías capitalistas la imperiosa necesidad de aflojar las medidas de confinamiento y abrir las compuertas para que los trabajadores del mundo retornen a sus puestos de trabajo. Naturalmente, estas directrices han venido acompañadas de las buenas recomendaciones de guardar el “distanciamiento social” y mantener las medidas de auto bio-seguridad (lávate las manos) para garantizar lo que, coloquialmente han llamado el “efecto rebaño”.
Estas directrices han puesto a las autoridades de nuestro país en la disyuntiva dramática de “la bolsa o la vida” que, sin lugar a duda, no puede ser una elección forzosa porque en el plano ético y moral el bien supremo siempre será la vida humana. Basta recordarles a nuestros gobernantes que en la Constitución Política de Colombia: “Las autoridades están instituidas para proteger la vida … y demás derechos y libertades de las personas” (Art. 2º de la CPC).
Sin embargo, en la realidad económica actual la “bolsa” tiene dos acepciones: de un lado, la mal llamada “bolsa de valores”. Ese tremendo templo del capitalismo donde, todos los valores materiales y espirituales se compran y se venden, va en ascenso mientras las economías se derrumban por cuenta de esta pandemia. Como lo expresara Marx en el famoso Manifiesto: “la incesante e insaciable presión del aguijón de la competencia conduce los deseos humanos más allá de los límites físicos y morales, a una infinita metamorfosis y el carácter evanescente de todos sus valores hacen del capitalismo una verdadera vorágine”.
La actual crisis del covid-19, hizo evidente lo que el economista K. Naomi llamó el “capitalismo del desastre”. Recientemente un destacado congresista republicano de Nueva Orleans quien dirigiéndose a un grupo religioso de presión expreso: “Por fin hemos limpiado la ciudad de las barreras de la protección social a los emigrantes. Nosotros no podíamos hacerlo, pero Dios sí”.
Detrás de expresiones como esta, hay una estructura de pensamiento racista y aporóbico[1]. De acuerdo con la filosofa española Adela Cortina, el odio a los pobres se fundamenta en la creencia de que ellos no tienen nada que aportarle a la sociedad y que, por el contrario, demandan recursos que podrían emplearse en asuntos más rentables. Por esta razón, el odio y la estigmatización de los pobres, negros, homosexuales, emigrantes, ancianos y, en general, de los grupos de población más vulnerables, está siendo promovido por los medios de comunicación y las élites blancas, para explotar sistemáticamente el estado de miedo e incertidumbre que acompaña a la población en momentos de crisis y gran incertidumbre como el actual.
De otra parte, la bolsa de alimentos está siendo amenazada por esta crisis. La FAO ha dicho que el covid 19 no solo es una crisis sanitaria mundial, sino que, de no tener unas respuestas adecuadas, puede generar hambrunas con profundas repercusiones en la vida y en los medios de subsistencia de la población y, particularmente, de los más pobres. Entre otras razones, por la inminente interrupción de las cadenas de suministro alimentario del mundo.
En nuestro país, estas condiciones son perfectas para que un gobierno débil como el de Duque y su partido de gobierno, intenten “pescar en río revuelto” y pongan en marcha reformas antidemocráticas que normalmente se toparían con una gran oposición. Basta revisar las declaraciones de los más conspicuos representantes del uribismo durante las dos últimas semanas, para confirmar que al Centro Democrático (CD) le queda muy estrecha la camisa de la democracia liberal y por eso intenta acabarla, comenzando por la separación de los poderes. El representante a la Cámara por el CD, Oscar Villamizar, propuso como formula para enfrentar la pandemia la reducción del Congreso y un desconocido y opaco colega suyo, se pronunció a favor de “intervenir” el poder legislativo porque, según lo dijo sin sonrojarse, “la democracia limita los esfuerzos que hace el Gobierno para enfrentar la pandemia y le hacen perder el tiempo”. La semana anterior, un destacado vocero del gobierno y del uribismo, Edward Rodríguez, pidió que los dineros destinados a la implementación de los Acuerdos de Paz y a la financiación de los PDET, se destinaran mejor en atender la pandemia. Y la tóxica senadora Cabal, igualmente, trinó a favor de levantar la cuarentena y ordenar a todos los trabajadores volver a sus sitios de trabajo, porque una “pinche gripa no puede destruir la economía”. La vicepresidenta Ramírez, después de estar negociando con los representantes de los gremios de la construcción -de los cuales hace parte su flamante esposo-, salió diciendo que no había peligro alguno en sacar a la calle a todos los trabajadores de la construcción y la industria manufacturera siempre y cuando “laboren a dos metros de distancia” y los empleados del back office permanezcan en casa en el teletrabajo”. Todo un conjuro para enviar a los “rusos” al paredón.
¡Semejantes recomendaciones son una parodia trágica y cínica de la fábula de Augusto Monterroso según la cual las ovejas negras deben ser sacrificadas para que el rebaño de las mansas ovejas blancas pueda en el futuro ejercitarse en el oficio de erigir estatuas a los héroes de la pandemia!
Luis Alfredo Muñoz Wilches, Bogotá 3 de mayo de 2020
[1] La aporofobia es un término utilizado por la filosofa española Adela Cortinas, que significa el odio a los pobres y se basa en la creencia de que quienes están en situación de pobreza y vulnerabilidad no tienen nada que aportar a la sociedad y, por el contrario, ella tiene que ocuparse de ellos, distrayendo recursos que se podian emplear en cosas más productivas para la sociedad.
Eduardo Galeano, Homenaje a la vida
Con motivo de la celebración del 1º de Mayo, el filósofo marxista argentino E. Dussel dio unas declaraciones a la cadena de televisión CNN, donde señaló que los Organismos Multilaterales están colocando a los trabajadores del mundo frente al dilema trágico de “la bolsa o la vida”.
Esta semana el mundo comenzó a contemplar la posibilidad del “des confinamiento” como la opción para enfrentar la crisis económica global que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI) constituye la peor recesión económica de los últimos 100 años que amenaza con destruir la globalización económica. A renglón seguido, el organismo multilateral advirtió que las restricciones impuestas por los Estados al movimiento de personas para trabajar y viajar están alterando las cadenas de suministros globales que manejan las multinacionales. Casi simultáneamente, otro organismo internacional como lo es el Banco Mundial, en su informe sobre La economía en tiempos del covid-19, señaló que este comportamiento de la gente de dejar de trabajar y consumir al mismo tiempo está provocando un shock de demanda, un shock financiero y un shock de oferta que hará colapsar el sistema económico mundial.
Por estas razones, estos organismos internacionales le han señalado a los gobiernos de las economías capitalistas la imperiosa necesidad de aflojar las medidas de confinamiento y abrir las compuertas para que los trabajadores del mundo retornen a sus puestos de trabajo. Naturalmente, estas directrices han venido acompañadas de las buenas recomendaciones de guardar el “distanciamiento social” y mantener las medidas de auto bio-seguridad (lávate las manos) para garantizar lo que, coloquialmente han llamado el “efecto rebaño”.
Estas directrices han puesto a las autoridades de nuestro país en la disyuntiva dramática de “la bolsa o la vida” que, sin lugar a duda, no puede ser una elección forzosa porque en el plano ético y moral el bien supremo siempre será la vida humana. Basta recordarles a nuestros gobernantes que en la Constitución Política de Colombia: “Las autoridades están instituidas para proteger la vida … y demás derechos y libertades de las personas” (Art. 2º de la CPC).
Sin embargo, en la realidad económica actual la “bolsa” tiene dos acepciones: de un lado, la mal llamada “bolsa de valores”. Ese tremendo templo del capitalismo donde, todos los valores materiales y espirituales se compran y se venden, va en ascenso mientras las economías se derrumban por cuenta de esta pandemia. Como lo expresara Marx en el famoso Manifiesto: “la incesante e insaciable presión del aguijón de la competencia conduce los deseos humanos más allá de los límites físicos y morales, a una infinita metamorfosis y el carácter evanescente de todos sus valores hacen del capitalismo una verdadera vorágine”.
La actual crisis del covid-19, hizo evidente lo que el economista K. Naomi llamó el “capitalismo del desastre”. Recientemente un destacado congresista republicano de Nueva Orleans quien dirigiéndose a un grupo religioso de presión expreso: “Por fin hemos limpiado la ciudad de las barreras de la protección social a los emigrantes. Nosotros no podíamos hacerlo, pero Dios sí”.
Detrás de expresiones como esta, hay una estructura de pensamiento racista y aporóbico[1]. De acuerdo con la filosofa española Adela Cortina, el odio a los pobres se fundamenta en la creencia de que ellos no tienen nada que aportarle a la sociedad y que, por el contrario, demandan recursos que podrían emplearse en asuntos más rentables. Por esta razón, el odio y la estigmatización de los pobres, negros, homosexuales, emigrantes, ancianos y, en general, de los grupos de población más vulnerables, está siendo promovido por los medios de comunicación y las élites blancas, para explotar sistemáticamente el estado de miedo e incertidumbre que acompaña a la población en momentos de crisis y gran incertidumbre como el actual.
De otra parte, la bolsa de alimentos está siendo amenazada por esta crisis. La FAO ha dicho que el covid 19 no solo es una crisis sanitaria mundial, sino que, de no tener unas respuestas adecuadas, puede generar hambrunas con profundas repercusiones en la vida y en los medios de subsistencia de la población y, particularmente, de los más pobres. Entre otras razones, por la inminente interrupción de las cadenas de suministro alimentario del mundo.
En nuestro país, estas condiciones son perfectas para que un gobierno débil como el de Duque y su partido de gobierno, intenten “pescar en río revuelto” y pongan en marcha reformas antidemocráticas que normalmente se toparían con una gran oposición. Basta revisar las declaraciones de los más conspicuos representantes del uribismo durante las dos últimas semanas, para confirmar que al Centro Democrático (CD) le queda muy estrecha la camisa de la democracia liberal y por eso intenta acabarla, comenzando por la separación de los poderes. El representante a la Cámara por el CD, Oscar Villamizar, propuso como formula para enfrentar la pandemia la reducción del Congreso y un desconocido y opaco colega suyo, se pronunció a favor de “intervenir” el poder legislativo porque, según lo dijo sin sonrojarse, “la democracia limita los esfuerzos que hace el Gobierno para enfrentar la pandemia y le hacen perder el tiempo”. La semana anterior, un destacado vocero del gobierno y del uribismo, Edward Rodríguez, pidió que los dineros destinados a la implementación de los Acuerdos de Paz y a la financiación de los PDET, se destinaran mejor en atender la pandemia. Y la tóxica senadora Cabal, igualmente, trinó a favor de levantar la cuarentena y ordenar a todos los trabajadores volver a sus sitios de trabajo, porque una “pinche gripa no puede destruir la economía”. La vicepresidenta Ramírez, después de estar negociando con los representantes de los gremios de la construcción -de los cuales hace parte su flamante esposo-, salió diciendo que no había peligro alguno en sacar a la calle a todos los trabajadores de la construcción y la industria manufacturera siempre y cuando “laboren a dos metros de distancia” y los empleados del back office permanezcan en casa en el teletrabajo”. Todo un conjuro para enviar a los “rusos” al paredón.
¡Semejantes recomendaciones son una parodia trágica y cínica de la fábula de Augusto Monterroso según la cual las ovejas negras deben ser sacrificadas para que el rebaño de las mansas ovejas blancas pueda en el futuro ejercitarse en el oficio de erigir estatuas a los héroes de la pandemia!
Luis Alfredo Muñoz Wilches, Bogotá 3 de mayo de 2020
[1] La aporofobia es un término utilizado por la filosofa española Adela Cortinas, que significa el odio a los pobres y se basa en la creencia de que quienes están en situación de pobreza y vulnerabilidad no tienen nada que aportar a la sociedad y, por el contrario, ella tiene que ocuparse de ellos, distrayendo recursos que se podian emplear en cosas más productivas para la sociedad.
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