viernes, 24 de julio de 2020

El irresistible ascenso de Arturo Char o la metamorfosis del Caciquismo costeño

“No vamos a ofrecerle ninguna nueva farsa

no es la farsa inventada, ni la farsa imaginada,

ni la farsa expurgada. 

Lo que les ofrecemos es ya bien conocido:

El drama de los gángsters según lo hemos vivido

Bertol Brecht, La resistible ascensión de Arturo Ui, 1941

Cuentan los historiadores que el 20 de julio del 2020, -día de la independencia- llegó a la presidencia del Senado de la República de Colombia, Arturo Char. Un joven cantante barraquillero del género de la champeta y bisnieto de Fuad Ricardo Char Zaslawy, un sirio-libanés, que había llegado al país un siglo antes siguiéndole los pasos de su hermano mayor, Nicolás. Fuad Ricardo tenía apenas 26 años y venía huyéndole a la primera guerra mundial, a la cual fué conducido por los ejércitos turcos. Solo tenía consigo los conocimientos en joyería aprendidos durante su primer exilio en Estambul.

Los Char se establecieron en la legendaria Lorica Saudita. Allí, Ricardo abrió su primer taller de joyería donde -a diferencia de Aureliano Buendía- no fabricaba “pescaditos de oro” sino macizas morrocotas de oro de las minas de Marmato y Mompox, que luego vendía en los pueblos de la costa caribe y algunas de esas monedas las enviaba a Damasco, su tierra natal, para ayudar a su familia. Así logró tener una pequeña fortuna que, años más tarde, le serviría para comprar un almacén de telas, el “Olimpico”, en pleno corazón de Barranquilla.

Como ellos, muchos emigrantes sirio-libanéses con pasaporte turco, extendieron su linaje y su comercio por los pueblos del Caribe colombiano. Con su amalgama de lenguas, especias, acentos, sabores y mercaderías, lograron transformar el comercio y muchas costumbres de las tradicionales familias costeñas asentadas principalmente en las ciudades de Cartagena, Sabanalarga, Lorica, Montería, Santa Marta y Barranquilla.

En medio de esta prosperidad económica, la estirpe de los Char, fiel al espíritu mercantil y su amor por el lucro, logró amasar una fortuna, mezclando magistralmente los negocios con el poder político regional para construir un emporio económico que, según la revista Forbes fue calculado en cerca de U$1,350 millones, y ocuparon el 7º puesto dentro de los más ricos del país.

En ese día Arturo Char recordaría, estando frente a los micrófonos encendidos de la webinar del honorable Congreso de la República, lo que había aprendido en el seno de su familia, que los negocios y el poder son las dos caras de la misma moneda. En su irresistible ascenso a la presidencia del Senado, Arturo había tenido que transar con muchos representantes de la corrupta clase política del país, sobornar a jueces y funcionarios públicos, dispensar favores a sus aliados y seguidores, ejercer la violencia cuando era necesario y, hasta, participar en el blanqueo de los dineros de muchos mafiosos amigos de su padre, don “Fuad”, que frecuentaban su casa en Barranquilla.

Los negocios de la familia Char siempre fueron prósperos y contaron con “buen viento y buena mar” hasta amalgamar una inmensa fortuna, conformada por una red de cientos de supermercados, hipermercados (SAO), superdroguerías, la cadena de emisoras Olímpica Stereo, miles de negocios y su propia compañía de financiamiento, Servinanza. Los negocios en el año 2019 le reportaron ingresos por más de 1.500 millones de dólares y utilidades de 25 millones de dólares. Sin embargo, la ambición y el afan de lucro llevaron a la familia Char a romper todas las barreras éticas y comerciales para incursionar en los negocios inmobiliarios que se abrían paso al ritmo de la modernización de la ciudad de Barranquilla y del boom de los dineros del narcotráfico.

Barranquilla, había experimentado un crecimiento económico y financiero desde finales del siglo XX que le permitió transformarse en el centro comercial e industrial más dinámico del caribe colombiano. Este proceso se dio gracias a la convergencia de tres factores: el primero, la localización geográfica de la ciudad reconocida como la Puerta de Oro de Colombia, el segundo, la apertura económica y, particularmente, los Tratados de Libre Comercio -TLC- y el tercero, la avalancha de dineros provenientes del narcotráfico que ayudaron a financiar su expansión y modernización urbanística, comercial y financiera.

Pero lo que parecía una exitosa combinación de negocios se transformó en un peligroso coctel que explotó, cuando el gobierno de los Estados Unidos cuestionó el crecimiento del emporio de los Char, los metió en la lista Clinton y les retiró la visa de entrada a su país.

Con semejante “cocotazo”, don Fuad, sufrió el traspies más grave de su exitosa carrera, y tuvo que hacer giro para abrirse paso en la arena política. Gracias a los triunfos de su equipo “el Junior de Barranquilla” y a las alianzas con la corrupta clase política costeña, logró construir un capital político propio. Primero a través su adhesión al clan de los Name Terán. Luego mediante su “matrimonio político” con el patriarca conservador, Roberto Gerleín.

Sin embargo, cansado, cómo estaban los barranquilleros con los caciques políticos tradicionales que, según palabras de don “Faud”, “Solo se le acercaban para pedirle puestos y partidas presupuestales”, en el año 1992 decidió apartarse de la clase política y apoyar a Gustavo Bell y al cura Bernardo Hoyos, candidatos a la gobernación del Atlántico y la alcaldía de Barranquilla, respectivamente. Con esta jugada política logró vencer a sus copartidarios y convertirse en un cacique político costeño de nuevo cuño.

Conociendo como más el sistema político colombiano, caracterizado por combinar las diferentes formas de clientelismo, el acceso de los Char a la arena política tuvo que hacerse utilizando todo el arsenal de instrumentos y prácticas clientelistas y mafiosas: el otorgamiento de regalos y bienes materiales, la dispensa de favores y puestos públicos, la protección, la intimidación y la negociación de los bienes y servicios públicos.

A los Char, se les acusó de estar envueltos en una red de corrupción y delitos electorales que se coordinaban desde la famosa “Casa Blanca” de Barranquilla. Desde allí, la senadora conservadora y protegida de los Char, Aida Merlano dirigía la compra de votos. El mismo día de su elección en el año 2018, fue detenida y posteriormente condenada por la Corte Suprema de Justicia a 15 años de prisión por estos delitos. Sin embargo, un mes después de esa condena, fue protagonista de una espectacular y cinematográfica fuga cuando asistía a una cita odontológica en un Centro Médico al norte de Bogotá.

Meses más tarde, Aida Merlano fue capturada en la ciudad venezolana de Maracaibo por parte de las autoridades del vecino país. Desde allí dio unas explosivas declaraciones que salpicaron a la crema y nata de la clase política barranquillera y, particularmente, a Arturo Char, de quién dijo planeó y pagó por su fuga. Por estos hechos, el nuevo presidente del Senado fue llamado a indagatoria preliminar por parte de la Sala de Instrucción de la Corte Suprema. La diligencia fue reiteradamente aplazada por diferentes recursos interpuestos por los abogados de la familia Char, según los periódicos de la época.

Tal como quedaron reseñados en los anales de los diarios y los despachos judiciales, a los Char se les acusaba de hacer parte de una red de corrupción que los vinculaba con delitos tales como la compra de votos con dineros ilegales provenientes de sobornos de Odebrech y la violación de los topes electorales. Incluso, David Char, uno de los sobrinos del clan, fue condenado por sus nexos con los paramilitares del Bloque Norte de las AUC, de quienes reconoció, en el testimonio dado a la JEP, haber recibido 50 millones de pesos para financiar su campaña a la Cámara.

En pocas palabras, el clan de los Char, representa la versión “moderna” del caciquismo que combina el éxito de sus negocios familiares con la conservación de una estructura clientelista y mafiosa, que se identificaba bajo el lema de “tu me apoyas y yo te ayudo”.

Como dijera hace más de 200 años Antonio Nariño, el Precursor de la Independencia en uno de los últimos números de La Bagatela, pero que aún es vigente: “¡Abramos pues los ojos! La hora ha llegado. Nuestra ruina es irresistible si no logramos unirnos. Es la hora de deponer todos los odios personales, dejar atrás todos los resentimientos pueriles y, sobre todo, esta confianza tan estúpida en los héroes con pies de barro”.

 

Luis Alfredo Muñoz Wilches, 24 de julio de 2020

3 comentarios:

  1. De nuevo ,un muy buen articulo y sobretodo da claridad a quien lo lea
    del funcionamiento de la clase politica colombiana

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  2. Gracias por su magistral relato historico que aclara como somos el primer pais corructo tristemente seguimos siendo gobernados como colonia

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  3. Excelente recuento de la vida de una familia que da fe de la manera como se pueden apropiar todos los espacios del país. Solamente se puede decir: país de m....

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