lunes, 4 de junio de 2012

¡Es la economía, estúpido!


La célebre frase de James Carville, asesor de la campaña de Bill Clinton en su primera elección, nos sirve para enmarcar la caída con la que tropezó la bolsa colombiana el pasado viernes 1 de junio. El efecto “bola de nieve” que se apoderó de las principales bolsas del mundo confirma el carácter globalizado de las economías y nuestra creciente exposición a los vaivenes de la economía mundial.

En efecto, los gélidos vientos de recesión que soplan en las economías capitalistas europeas. Las desalentadoras cifras del desempleo en los Estados Unidos. Y la desaceleración de las locomotoras del sudeste asiático, China e India, le han quitado el aire a las voces de los expertos nacionales que hasta hace poco proclamaban una era expansiva de la economía colombiana. Las locomotoras colombianas pierden su dinamismo, con la caída de los precios internacionales del petróleo y el café.

Internamente, las modestas cifras de crecimiento del PIB (2011) de los sectores industrial (3,9%) y agropecuario (2,2%) contrastan con el crecimiento del sector minero-energético (14,3%) y el sector financiero (5,8%). Cifras que confirman la preocupación por la “reprimarización” de la economía colombiana, cada vez más dependiente de la volatilidad de los precios internacionales de los commodities. Igualmente, las recientes revelaciones del Simposio sobre el Mercado de Capitales, según el cual en el presente siglo el tamaño del sector financiero colombiano se duplicó hasta constituirse en el 53,5% del PIB. Recorriendo el peligroso camino de la dependencia (path dependence).

Pero más allá de las cifras, debemos indagar por la solidez y la pertinencia de las políticas económicas. El Gobierno Colombiano y el Banco de la República se aferran a las políticas monetarias restrictivas y a políticas cambiarias expansivas que revalorizan el peso colombiano y le hacen perder competitividad a sus exportaciones. En materia fiscal, los excedentes de la bonanza petrolera (regalías) no se están canalizando para resolver los principales “cuellos de botella” del desarrollo: la infraestructura de transporte (red de carreteras y puertos multimodales) y la calidad del recurso humano (educación de calidad y salud).

De esta forma, el país está corriendo el riesgo de profundizar su dependencia del mercado internacional de los commodities y desaprovechar las oportunidades de mejorar la competitividad de sus exportaciones. 

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