La célebre frase de James
Carville, asesor de la campaña de Bill Clinton en su primera elección, nos
sirve para enmarcar la caída con la que tropezó la bolsa colombiana el
pasado viernes 1 de junio. El efecto “bola
de nieve” que se apoderó de las principales bolsas del mundo confirma el
carácter globalizado de las economías y nuestra creciente exposición a los
vaivenes de la economía mundial.
En efecto, los gélidos vientos de
recesión que soplan en las economías capitalistas europeas. Las desalentadoras
cifras del desempleo en los Estados Unidos. Y la desaceleración de las
locomotoras del sudeste asiático, China e India, le han quitado el aire a las
voces de los expertos nacionales que hasta hace poco proclamaban una era
expansiva de la economía colombiana. Las locomotoras colombianas pierden su
dinamismo, con la caída de los precios internacionales del petróleo y el café.
Internamente, las modestas cifras
de crecimiento del PIB (2011) de los sectores industrial (3,9%) y agropecuario
(2,2%) contrastan con el crecimiento del sector minero-energético (14,3%) y el
sector financiero (5,8%). Cifras que confirman la preocupación por la “reprimarización” de la economía
colombiana, cada vez más dependiente de la volatilidad de los precios
internacionales de los commodities.
Igualmente, las recientes revelaciones del Simposio sobre el Mercado de
Capitales, según el cual en el presente siglo el tamaño del sector financiero
colombiano se duplicó hasta constituirse en el 53,5% del PIB. Recorriendo el
peligroso camino de la dependencia (path
dependence).
Pero más allá de las cifras,
debemos indagar por la solidez y la pertinencia de las políticas económicas. El
Gobierno Colombiano y el Banco de la República se aferran a las políticas monetarias
restrictivas y a políticas cambiarias expansivas que revalorizan el peso
colombiano y le hacen perder competitividad a sus exportaciones. En materia
fiscal, los excedentes de la bonanza petrolera (regalías) no se están
canalizando para resolver los principales “cuellos
de botella” del desarrollo: la infraestructura de transporte (red de
carreteras y puertos multimodales) y la calidad del recurso humano (educación
de calidad y salud).
De esta forma, el país está
corriendo el riesgo de profundizar su dependencia del mercado internacional de
los commodities y desaprovechar las
oportunidades de mejorar la competitividad de sus exportaciones.
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