EL PLAN V
“Sucedieron muchas y muy nefandas cosas …
que
antes han sido y siempre serán
mientras la naturaleza humana sea la misma”
Tucídides.
Luis Alfredo Muñoz Wilches
Septiembre 17 de 2013
De acuerdo
con el principio de la ciencia política según el cual, las circunstancias (históricas) siempre influirán en las situaciones de
diferentes maneras (Dror, 1996), podríamos inferir que la coyuntura
política que se configuro en nuestro país con motivo del paro agrario, sí bien
obedece a factores estructurales, tales como la incapacidad de la clase
dirigente de lograr un acuerdo nacional para solucionar el problema rural y
modernizar las estructuras agrarias, lo verdaderamente nuevo es que desato un Tsumani político, cuyas efectos
devastadores se han comenzado a observar en la arena política del país: la
abrupta caída de la popularidad del gobierno del Presidente Santos, el
incapacidad de los partidos políticos tradicionales para ofrecer alternativas,
la crisis de representatividad las organizaciones gremiales y la irrupción de
movimientos sociales urbanos que respaldan la protesta campesina y rural.
Tal parece
que el complejo ajedrez de la política colombiana lo descompuso de una patada
un movimiento campesino con una fuerza que no veíamos desde los años 70, cuando
la organización campesina de la época (ANUC) encabezó la lucha por la tierra
bajo el lema “La Tierra para el que la
trabaja”. Pero a diferencia de aquella movilización, el foco de la protesta
agraria de hoy es el reclamo por la falta de una política agropecuaria integral
para enfrentar los problemas de productividad y competitividad de la producción
agrícola nacional derivados de la intensificación de la competencia en los
nuevos escenarios de los Tratados de Libre Comercio, TLC.
En la
coyuntura política actual, la recurrencia a los anacrónicos esquemas de la
acción política, transformaron la escena política en una amenaza para la
estabilidad del régimen político tradicional. La sumatoria de factores
endógenos de los partidos políticos y los factores exógenos de la
representatividad y el liderazgo, han terminado por “encunetar” la segura reelección del Presidente Santos, considerada
el Plan A del establecimiento.
En primer lugar, más allá del efecto
mediático que puede significar la profunda caída en la imagen del Presidente
Santos, que lo coloca en el foso de la opinión solo comparable con los días
aciagos del Caguán de Pastrana, lo más preocupante es la pérdida de legitimidad
de los poderes públicos, asediados por factores de corrupción, “choque de trenes” (entre la Contraloría,
Procuraduría y Fiscalía), y desatinos en las decisiones públicas, como quedo
demostrado en la patética frase aquella de que “acá los fallos (de la justicia) se acatan pero no se aplican”.
La
legitimidad de los poderes públicos se ha puesto en entredicho, al punto que
han comenzado a prosperar las voces que hablan de la “pérdida de autoridad” y “el
desorden social” que en el lenguaje de Uribe significa “el deterioro de la seguridad, la creciente incertidumbre de la inversión
… y la sustitución del dialogo social por el riesgo de entrega del país al
terrorismo y las vías de hecho”. Para lo cual, el expresidente vuelve a
reclamar su sainete de los “3 huevitos”,
pero está vez como plataforma para ir al senado, desde donde aspira a convertirse
en jefe de la oposición. Mientras su legitimidad se ve cada vez más maltrecha
por sucesiva captura de sus inmediatos colaboradores, acusados como es el caso
de Luis Alfredo Ramos de colaboración con el paramilitarismo. Hasta el punto
que un Juez del Tribunal Superior de Medellin se atrevió a solicitar, a la
Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, la reapertura de la
investigación contra el expresidente Uribe por sus nexos con el
paramilitarismo, argumentando que: “es
imposible estar dentro de la piscina sin mojarse”.
El segundo aspecto de la inestabilidad
política lo constituye la crisis de representatividad de los partidos políticos
que han dejado de ser canales de expresión política de los distintos sectores
sociales para manifestar sus necesidades o tramitar sus requerimientos. El
fraccionamiento, el desprestigio y el predominio de acciones políticas
erráticas y anacrónicas han hecho de los partidos unas microempresas electorales
o simplemente maquinarias clientelistas que sirven para enriquecer a sus
dueños, como es el caso de los famosos “carruseles
de la contratación”. De lo cual no escapa ni la izquierda misma.
En la
coyuntura política actual, las distintas facciones de los partidos políticos tradicionales
se han enfrascado en un “tire y afloje”
para reclamar las partijas burocráticas. Tal como quedo demostrado en la
reciente crisis ministerial, en la cual las distintas facciones liberales y
conservadoras buscaron reacomodarse para lograr la mejor tajada del pastel
burocrático
Pero sí por
el lado de las agrupaciones políticas tradicionales llueve, por el lado de la
izquierda no escampa. Después de la desastrosa experiencia de la Alcaldía de
Bogotá, en la administración de los hermanos Moreno, la precaria unidad de los
distintos matices de la izquierda se resquebrajo y termino fragmentada: por un
lado, el ala “progresista” que
conservó la Alcaldía de Bogotá con Petro y por otro, el ala más radical del
Polo. A estas alturas, el “adanismo”
de Petro que buscó refundar la ciudad echo por la borda los dos primeros años
de su administración y, hoy lo tienen ad portas de su revocatoria. Por el lado
del Polo, su obstinada oposición al gobierno de Santos le impidió aprovechar
las oportunidades de participar de las reformas democráticas (Ley de Víctimas y
restitución de Tierras) y, sobre todo, en el diseño de las negociaciones de paz
que se adelantan en La Habana con las FARC. El Polo prefirió cosechar las
victorias pirricas de los grandes debates de control político sobre los temas
de la política agraria y de tierras.
El tercer aspecto, tal vez el más crucial, el
de la crisis de hegemonía política que
en Colombia se basa en un régimen “presidencialista”.
El cual concentra el poder político alrededor de la figura del Presidente y
tiene su colchón de gobernabilidad en un sistema de alianzas –denominado hoy Mesa de la Unidad Nacional- que le ha
permitido mantener unas mayorías en el Congreso para tramitar las reformas
propuestas por el proyecto político modernizador del Presidente Santo. A través
de un esquema de transacciones burocráticas y clientelistas con las
agrupaciones políticas tradicionales, a las cuales se sumaron los Verdes (encabeza de Lucho Garzón) y el
PIN, de manera muy discreta.
En la actual
coyuntura, el proyecto reformador de Santos tiene como corolario el anhelado “Acuerdo General para la terminación del
Conflicto Armado en Colombia”, pero goza de una precaria legitimidad, que
no solo se refleja en el desencanto de la opinión pública con los diálogos de
La Habana sino el poco entusiasmo que suscita la figura del “referendo” como mecanismo para refrendar
los posibles acuerdos con la insurgencia de las FARC. En el trasfondo de este “malestar” de la opinión pública con el
proceso de paz está jugando, no solo las dilatadas conversaciones de La Habana sino
fundamentalmente la arrogancia de los negociadores de la insurgencia, siempre
dispuestos ver “la paja en el ojo ajeno y
negarse a ver la enorme viga en el propio”. Tal como lo demuestra su
reiterado animo a cuestionar las “fallas” del régimen político y la injusticia
social y negarse a reconocer sus macabros errores que dejaron miles de
víctimas, atropellos y despojos. No le hace nada bien a un proceso de paz
negarse a aceptar la verdad, la reparación y la justicia, solo por
considerarlas burguesas.
De tal
manera, que ante la crisis de hegemonía
por la cual esta atravesando el proyecto reformador del Presidente Santos, se
comienzan a vislumbrar los llamados “Planes V”, que no son B, con be
larga sino con v de vaca. En primer lugar, está el Plan V (victoria secret) de Uribismo que le apuesta a la confrontación armada apoyándose
en las fuerzas más retardatarias, representadas en los grandes terratenientes,
ganaderos, banqueros, mineros, gremios de la producción y exmilitares. Su
apelación a las fuerzas militares y a la seguridad democrática como “única garantía de la paz estable”
constituye una solución “cesarista”
de retorno a los años aciagos de la guerra de exterminio que le ha dejado a los
colombianos más de 200 mil muertos en los últimos 20 años.
En segundo lugar, se asoman las orejas del
Plan V de ciertos sectores oligárquicos que comienza a ver en Santos 2 una
apuesta muy “arriesgada” por la evidente debilidad mostrada en el tratamiento
de los paros agrarios. A estos sectores del establecimiento les parece que
Santos 2 tendría mucho menos capacidad para garantizar la estabilidad política
y social que se requiere para adelantar sus planes modernizadores en el
postconflicto. Por esta razón han comenzado a mover la opción de German Vargas Lleras
como candidato para el periodo 2014-2018; lo cual significaría un cambio en la
estrategia de negociación con la insurgencia que pasaría por la congelación o
suspensión indefinida de las conversaciones, hasta lograr la captura o baja de
los cabecillas más connotados de las FARC.
En tercer lugar, se vislumbra la
eventualidad de una “tercería” basada
en los posibles acuerdos y fusión entre lo que queda del partido de los Verdes y de los Progresistas,
encabezados por la formula Navarro-Peñalosa. Navarro, logro tender un puente de
distanciamiento con el gobierno del Alcalde Petro, después de haber sido su
secretario de gobierno, pero manteniendo una comunicación muy fluida con las
bases del proyecto político, se proyecta como el nuevo “pepe” de la izquierda
latinoamericana, capaz de repetir la hazaña de Mujica.
Por estas
razones, parece que estamos asistiendo al comienzo de un transición política
que dependiendo cómo muevan sus fichas las diversa fuerzas políticas puede
llegar a conformar lo que Gramsci llamada “una
coyuntura estratégica”.
Amanecerá y
veremos, como decía el ciego!
Ahora y como nunca, gracias a los instrumentos electrónicos de comunicación y A la globalización de las relaciones sociales a través de estos medios, fácilmente se crean «picos de opinión publica emocional» De ahí, que la dinámica del fenómeno de popularidad de un personaje público puede verse afectada positiva o negativamente en tiempo record. Los hechos de rebeldía o las manifestaciones revolucionarias se gestan rápidamente debido al carácter de quienes allí participan y que frecuentemente son los jóvenes. Hay que recordar que los jóvenes, son incitadores, bulliciosos, temerarios y apasionados por las causas sociales. Colombia no ha escapado en los últimos tiempos a los alborozos de su juventud que en muchos casos protestan por razonamientos sociales justificados logrando influenciar de alguna manera las decisiones o comportamientos que originaron la protesta. De otra parte, los medios de comunicación hacen eco de estos movimientos no solo para ejercer su rol de informar, sino también para liderar la información profesional.
ResponderEliminarEn cuanto al periodo de elecciones que se avecina, y observando la situación por la que transita el país, en toda negociación debería haber un «gana-gana». Esto incrementa la satisfacción de las partes negociadoras y estabiliza a largo término los resultados obtenidos. Por lo que, habría que buscarle «la comba al palo», toda vez que ese proceso ya se inicio.
Nohra Ibarguen