domingo, 5 de abril de 2020

Con el Covid-19: Todo lo sólido se desvanece en el aire

Todo debe cambiar, menos lo que permanece
Anónimo
Con la llegada de la pandemia del Covid-19, el espíritu del Manifiesto y, particularmente, la premonitoria proclama de Marx acerca de la evanescencia del capitalismo adquiere su máxima expresión, pero también su más catastrófica dimensión: la moderna vida burguesa ha llegado a su más trágico final. El hundimiento de la vida moderna, -eso que los filósofos contemporáneos han llamado la posmodernidad- alcanzó con la crisis del coronavirus un. punto de inflexión irreversible. Ya nada volverá a ser igual. El colapso del otrora poderoso sistema capitalista mundial es inminente y ninguna flota de marines norteamericanos podrá detenerlo. La aparente solidez de las instituciones económicas y políticas del mundo capitalista -eso que Wallerstein denominó “sistema-mundo”- se diluyen en medio de las desesperadas acciones de los gobernantes por contener la expansión del coronavirus. Los mercados se derrumban. Los bancos se cierran y los grandes magnates financieros del mundo se apresuran a pronosticar la caída del PIB de las principales economías del mundo. Los economistas ortodoxos, que siempre confiaron ciegamente en la infalibilidad de la “mano invisible” y le apostaron a la hechicería de los modelos econométricos, se declaran hoy impotentes para hacer pronósticos, así sean estos de muy corto vuelo. Y los foros económicos y las páginas de los medios especializados se llenan de pesimismo y solo atinan a advertir sobre el inminente paro y el aumento descomunal del desempleo a nivel mundial. Las cadenas de suministros se interrumpen dejando sin alimentos a las poblaciones del mundo más vulnerables. !Muy pronto se alzaran los pobres del mundo en búsqueda de un mendrugo de pan¡. 
El descontrol y la incertidumbre total se apoderan del mundo. Y las conversaciones así como las relaciones intersubjetivas se empequeñecen, en las cuatro paredes del aislamiento social y el confinamiento total. Todo individuo que deambula por las calles vacías de ciudades o pueblos fantasmas -recubierto de tapabocas, gorro y guantes- es un portador sospechoso de contagio; del cual hay que huir y en algunas sociedades totalitarias, castigar y matar. Se cierran las fronteras de todos los países, y el sueño de MacLuhan de estar en una “aldea global” se diluye para volver a la edad media de una vida aislada y confinada en nuestras pequeñas aldeas cibernéticas. Todo lo sólido se desvanece.
La ilusión que creo la modernidad burguesa de una subjetividad poderosa, pos hipnótica y hedonista, capaz de gastar lo que sea por una satisfacción inmediata de sus deseos, se está transformando en una horda de anónimos sujetos llenos de miedo y “cagados del susto”. Un amigo y parcero colombiano que vive en el condado de California me contaba, en estos días de cuarentena, que tan pronto el gobernador Newsom de California emitió la primera orden de confinamiento, lo primero que hicieron sus ciudadanos fue salir a comprar armas por que estaban convencidos que se aproximada una guerra y era necesario prepararse para defender su sagrada propiedad (“prohibited form passing private property”)
La aparente separación entre la economía y la sociedad burguesa, que se rige por las leyes del mercado, y la cultura moderna se diluye en lo que Zygmunt Bauman llamó “modernidad líquida”; donde todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de verdades consideradas sagradas durante siglos, se hacen trizas. Y las nuevas verdades se diluyen antes de haberse cosificado. Todo lo sagrado se vuelve profano y indulgencias que antes vendian las religiones para cubrir las llagas de la ignorancia y generar obediencia, se desvanecen en el maremagno de los rituales efímeros del día a día. 
¿Dónde queda entonces la certeza y la estabilidad de la vida moderna? Por efecto del coronavirus -que paradoja que una pequeñísima partícula, invisible a los ojos inquisidores del hombre contemporáneo, haya logrado desafiar la estabilidad y seguridad que le ofrecían a las sociedades capitalistas contemporáneas, la parafernalia de los dispositivos electrónicos, armamentísticos y telemáticos- el hombre moderno se ha visto forzado a considerar, de la manera más abrupta  y radical, sus condiciones de existencia, sus creencias y valores y la forma como nos relacionamos con los demás.
¿A dónde nos llevará toda está hecatombe de la modernidad burguesa? Que ya no es solo una crisis económica más sino la crisis de la civilización misma.
El problema de la supervivencia del capitalismo es que este sistema que promueve la competencia y el activismo incesante de la vida moderna destruye las posibilidades humanas de crear sentidos de vida diferentes a la mera consecución de la ganancia y el enriquecimiento individual, a costa del empobrecimiento y la penuria de la inmensa mayoría.
Por estas razones, el sistema capitalista portador del afán de lucro individual como único bien moral, debe ser sustituido por un sistema donde las personas puedan realizarse integralmente, desarrollando todo tipo de trabajo, tanto manual como intelectual, que le den un sentido de vida plena y de múltiples realizaciones, tanto en lo económico como en lo social, cultural y espiritual. Solo entonces podremos lograr una sociedad donde el libre desarrollo de cada individuo sea al mismo tiempo, el libre y solidario desarrollo de todos. Una sociedad del buen vivir 
Luis Alfredo Muñoz Wilches, 5 de abril de 2020

1 comentario:

  1. Excelente análisis de la coyuntura actual, con una visión de futuro ponderable pero de viabilidad aún dudosa. Se necesitaría una sociedad global orientadad por un socialismo participativo o un federalismo trasnacional que garanticen la igualitariedad cierta, consensuada y transparente, para actuar en dimensiones determinantes y eficaces del bienestar general como salud, educación y capacitación rigurosas y pertinentes, el trabajo dignificante y generalizado, la democracia pura, el respeto justo y mutuo, el uso del sentido común, el gobierno de los mismos ciudadanos primero, la cultura ciudadana (prácticas y comportamientos positivos; así como librepensamiento para actuar con responsabiliadad social.
    Saludo,
    Hugo Arias Castellanos - Director de la Universidad Grande de la Vida - UGV.

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